Hace tiempo que vengo pensando en este tema. Me incomoda el exceso de juguetes y objetos y el bombardeo de publicidad hacia los chicos. ¿Es propio de nuestra época, lo toleramos?
Sergio Sinay, en La sociedad de los hijos huérfanos, dice "El alcance actual de la inmersión infantil en la cultura del consumo no tiene precedentes. En el pasado, el consumo era modesto comparado con otras actividades (...) [ahora] casi todo lo que los niños hacen gira alrededor de artículos de consumo. La capacidad y la influencia de compra de los niños se ha incrementado exponencialmente, pues se pasan los días comprando y viendo la tele."
¿Cómo se maneja esto? Y así se me ocurrió consultar a mi amigo Diego Bonavida, que además de ser sociólogo es padre. Les dejo sus reflexiones.
"La situación se repite en cada ocasión que prendo la TV y voy buscando el dibujito animado que mi hijo me reclama ver, noto que el pasar y pasar los canales, las emisoras de TV destinadas a un público infantil se han multiplicado mucho más de lo que yo creía en los últimos años. Los canales pasan e incansablemente observo diversos programas y avisos publicitarios hasta que, en alguno de ellos, veo la imagen, cuasi diabólica, del entrañable payaso de las hamburguesas y es ahí donde mi hijo de tres años me detiene bajo la sugerencia: “¿Vamos a Mc Donalds?” Ante esto, no pude evitar que se despertaran en miíalgunas cuestiones relativas a poder o no eludir la injerencia del mercado y cuáles son sus efectos en el individuo y, más precisamente, en los niños. ¿Nos pusimos a pensar realmente como afecta en nuestros hijos este consumo indiscriminado de publicidad?
Todo aquello que un niño ve y consume frente a la TV genera alto impacto y gran impresión en una fase clave que es la del desarrollo de su mente, y es allí donde el bombardeo por parte de la millonaria industria publicitaria, de forma conjunta con los grandes medios de comunicación masiva, intervienen moldeando sus gustos, modificando su universo de significados y generan que los niños deseen productos que no siempre son necesarios y esenciales para su desarrollo.
En este sentido, el consumo es material y simbólico a la vez, ya que la obsesión por productos nuevos se transforma en un sentimiento de pertenencia y tenencia de determinadas marcas o productos, configurando una subjetividad atada a estas posesiones de objetos cargados de valor simbólico. A diferencia de lo que fue décadas atrás, el mercado apunta a los niños como blanco principal del consumo con productos diferenciados y especializados para su uso, cambiando sus hábitos de consumo. Por ejemplo, en el ámbito tecnológico, ya no es de sorprendernos que los niños tengan sus propias Tablets, DVD portátiles y hasta sus propios celulares. Las empresas parten de la premisa de que “los niños consumidores de hoy, serán los consumidores adultos del futuro” con lo cual se intentan crear hábitos de consumo tales como la fidelidad a una marca o un lazo afectivo con la marca (como por ejemplo, la cadena de hamburguesas que antes mencionaba). Ahora bien, ante este avasallamiento del mercado, producto de la excesiva publicidad que consumen nuestros hijos debido a las altas horas frente a la TV, o mediante otras campañas audiovisuales o gráficas, ¿cómo hacemos frente a la tamaña presencia de la publicidad en nuestras vidas en el marco de una sociedad de consumo?
A la hora del excesivo consumo por parte de los padres ante las crecientes demandas de los niños, se deberían establecer ciertos límites ante estos deseos de los niños, empujados por la incansable publicidad y despojarse del sentimiento de culpa al decir NO, sin pensar que le estamos haciendo un mal o que no los queremos, porque esa publicidad que a ellos los lleva a aumentar sus demandas es la misma que muchas veces pretende arraigar ese sentimiento de culpabilidad por parte de los padres. Culpabilidad que también se pone de manifiesto ante la falta de tiempo (real o no) que tenemos para dedicarle a nuestros hijos y con el fin de evitar posibles “frustraciones” en los chicos, accedemos a sus reclamos sin filtrar lo que es necesario o no. O de esa falta de tiempo (insisto, real o no) parece ser que es “más rápido y fácil comprarlo que hacerlo”.
Ahora bien, ¿solamente los límites serían suficientes para frenar este consumo desaforado? Nada se logra con el mero hecho de cercenar ciertas acciones, sino que debe estar acompañado por un compromiso por parte de los padres a la hora de estar más tiempo con nuestros hijos, jugando con ellos y apelando a su (y nuestra) creatividad, con el objeto de ayudar a crear y pensar sus propios juguetes y actividades, enseñándoles que hay que aprender a no sobrevalorar lo material. El reciclaje es una buena opción para ir en este camino, donde se ponen en práctica nuestras habilidades, creaciones y destrezas mientras generamos concientización sobre el medio ambiente y su conservación, reutilizando muchas de las cosas que el mundo actual sería “material desechable”. En síntesis, sólo disfrutando y creando con nuestros hijos, promoviendo la imaginación, compartiendo momentos y jugando con ellos, donde podremos retrotraernos también al “niño que llevamos dentro”, lograremos ver como es más lindo y fácil hacerlo que comprarlo."
Me gusta el camino del reciclaje y el construir juntos. Tiene que ver con el post donde hablamos del juego. Yo últimamente estoy rotando los juguetes, para tener siempre "algo nuevo" e incursionando en materiales plásticos como las tizas, masas y pinturitas.
¿Tienen estrategias para evadir el consumo excesivo? ¿Cómo manejan el tema tecnología?
Yo también soy anticonsumista. Todavía no llegamos a la etapa en la que mi hija pida cosas, porque apenas tiene 15 meses, pero por ahora vamos armando una estructura de vida en la que se compran las cosas que se necesitan y cuando se las necesita, independientemente de las modas y las tendencias. Más adelante veremos cómo se le explican ciertas cosas. Al menos a mí y a mis hermanos nos formaron de esa forma, con muchos argumentos y razonamiento. Un abrazo.
ResponderEliminarQué bueno! Muy difícil en esta época. Me alegra leer más mamás en el mismo camino.
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