Cuando mi hijo Octavio tenía un poco más de 8 meses rompió su costumbre de dormir muy bien de noche (con 1 o 2 despertares para tomar la teta, lo normal) y comenzó a llorar dormido continuamente. Fueron meses difíciles que yo atribuí a la angustia de separación y al hecho de haber estado alejados durante un mes por su internación en neo (conté su nacimiento acá).
En ese momento intentamos todo. TODOS LOS CONSEJOS QUE EXISTEN (excepto dejarlo llorar -método Estivill o Duérmete Niño-, que no apruebo en absoluto, si quieren conocer algunos de los motivos pueden leer este artículo aunque mis motivos son más bien éticos). Probamos que coma menos, más, que duerma boca arriba, boca abajo, siempre acompañado, darle más teta, bañarlo antes de acostarlo, flores de Bach, curarle el empacho y el mal de ojo y casi lo que se les ocurra. No vale reírse. Bueno, mejor sí.
Gracias a esos meses de vivir con sueño y preocupación aprendí algunos hechos sobre el sueño infantil. Seguramente muchos estarán en una situación similar. O sentirán que su bebé se despierta demasiado o duerme muy poco.
El mejor libro que pude haber conseguido en ese momento fue Dormir sin lágrimas, de Rosa Jové. También les recomiendo este blog. Ella enseña algunos puntos claves sobre el sueño:
- Dormir es un proceso evolutivo. Un recién nacido no duerme igual que un niño, ni éste igual que un adulto.
- Nadie puede enseñar a un niño a dormir. Los bebés ya saben dormir desde antes de nacer. El dormir es una necesidad vital.
- No será hasta los 5-6 años cuando tendremos un sueño bastante parecido al adulto.
- Tanto niños como adultos tenemos despertares nocturnos. La única diferencia es que nosotros ya dominamos la técnica de volver a dormirnos. Nuestros hijos aún no. (¡Paciencia!)
¿Entonces qué podemos hacer? Ella recomienda:
- Paciencia de nuevo: aunque no hagamos nada, todo niño sano dormirá sin interrupciones algún día.
- La lactancia ayuda doblemente al niño a conseguir el sueño: por una parte por la propia composición de la leche, y por otra debido al relajante contacto con la madre y a la succión calmante. También la lactancia favorece a la madre, ya que hormonalmente le ayuda a dormirse con más facilidad.
- El colecho beneficia tanto a la madre como al hijo. Gracias a él el regreso al sueño después de un despertar es más corto en ambos casos. También ayuda al bebé a sincronizarse con la madre y a pasar de un estadio a otro del sueño con más facilidad.
- Atender al bebé siempre que sea posible y no dejarlo llorar cómo método crea en el menor una tranquilidad que le ayuda a dormir. (Esto lo comprobé en primera persona. Mientras tuve mi licencia por maternidad y elegí tener a mi hijo todo el día conmigo los problemas de sueño no existieron, mi bebé no lloraba y no sufrió cólicos ni nada similar).
- El ser realistas en cuanto a las horas que puede dormir un bebé (o en el número de sus despertares) para evitar preocuparnos innecesariamente.
¿Y a qué edad dormirá por fin solo?
El Dr. Carlos González en su hermoso libro Bésame mucho dice: "Ésta es una pregunta difícil. La actitud de nuestra sociedad ante el colecho es tan negativa que no hay estudios serios sobre su duración normal. Si no se hiciera el más mínimo esfuerzo por sacar a los niños de la cama de sus padres, ellos mismos se irían tarde o temprano. No sé a qué edad, porque no conozco a nadie que haya hecho la prueba; sin duda la edad será distinta en cada familia, y dependerá del temperamento y de los deseos del niño y de sus padres. Pero estoy razonablemente seguro de que ninguno de mis lectores siente, en estos momentos, el menor deseo de volver a dormir cada noche entre su padre y su madre. Los japoneses suelen dormir con sus padres hasta los cinco años."
Esto en cuanto al colecho, hay familias que encuentran una solución intermedia, compartiendo cama a veces, pero en general todos los bebés tienen la necesidad de estar en contacto con sus padres también por la noche. Esto es normal y tiene que ver con cuestiones evolutivas, creo que cuanto antes aceptemos este hecho, menos problemas nos vamos a hacer por cosas que son totalmente naturales y menos nos va a afectar la mirada prejuiciosa de algunas personas.
En nuestro caso la respuesta fue sencillamente tiempo. Sé que en ese momento el tiempo parece no existir, todo se hace eterno y los días con sueño duran 40 horas. Sobre todo si trabajamos y tenemos que salir de casa con este cansancio a cuestas. Esto no es culpa ni de nuestros bebés ni nuestra, sino de una realidad muy poco favorable para la maternidad/paternidad (en Argentina hoy día la licencia por paternidad sigue siendo 2 días hábiles y por maternidad 3 meses totales). Si tienen el privilegio de poder estar en casa con sus hijos, el consejo es dormir cuando el bebé duerme para paliar las noches en vela y mantener mucho contacto con ellos durante el día. Cuanto más chiquitos, más contacto.
Nuestros hijos vienen a enseñarnos muchas cosas y creo que una de ellas es a vivir cada momento. Porque (aunque suene a obviedad) el día de hoy no vuelve y mañana ya van a ser un poquito más grandes. Y seguramente si nos preocupamos por el sueño nos estaremos perdiendo otras cosas.
Al cabo de algunos meses de compartir las noches, Octavio volvió a dormir bien. Hoy tiene casi dos años: algunas noches prefiere dormir solo y muchas otras las compartimos en familia. Pero él tiene la certeza de que pase lo que pase, siempre tendrá un huequito entre mamá y papá donde cobijarse.
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