Foto: Kambrosis |
Un tema nada sencillo el de las emociones. Solemos crear una dicotomía entre emociones "buenas" y "malas". Por ejemplo felicidad versus ira. Sin embargo todos los sentimientos son válidos y necesarios en su justa medida. Si no tuviera la posibilidad de indignarme y enojarme no sería capaz de actuar frente a una injusticia, por ejemplo. Ahora, si vivo enojada es otra la cuestión.
Es raro pero esto de que hay emociones negativas se lo transmitimos, queramos o no, a nuestros hijos. Desde fastidiarnos porque tienen un mal día hasta decir "no pasa nada" cuando se golpean. Sin pensarlo siquiera, estamos negando sus emociones y enseñando que estar triste o enojado está mal.
Sobre esto habla la psicóloga Dorothy Corkille Briggs en su libro El niño feliz. De lo necesario que es dar a los chicos "la libertad de sentir". De sentir y no de actuar, vale aclarar. Pero dado que ellos son los dueños de su experiencia, es válido tener en cuenta que sus emociones pueden ser distintas a las nuestras.
Entonces, el miedo que parece infundado cobra otro sentido. Lo mismo el enojo, la felicidad, la tristeza y tantos otros estados emocionales.
Dice Dorothy: "Es bien interesante el hecho de que cuando uno se pone en el lugar de sus hijos y trata de ver el mundo desde el punto de vista de ellos, descubre a menudo lo razonable de sus proposiciones."
¿Ustedes qué piensan? ¿Notan que a menudo se minimizan o niegan las emociones de los chicos?
Entonces, el miedo que parece infundado cobra otro sentido. Lo mismo el enojo, la felicidad, la tristeza y tantos otros estados emocionales.
Dice Dorothy: "Es bien interesante el hecho de que cuando uno se pone en el lugar de sus hijos y trata de ver el mundo desde el punto de vista de ellos, descubre a menudo lo razonable de sus proposiciones."
¿Ustedes qué piensan? ¿Notan que a menudo se minimizan o niegan las emociones de los chicos?
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