Tal
vez algunos no lo saben, pero existen jardines de infantes en la Ciudad de
Buenos Aires que no permiten el ingreso a niños de 2 y 3 años con pañales.
No
sólo eso, sino que aducen “no poder tocar a los chicos”, por lo cual si tienen
un “accidente” debe venir su padre o madre a cambiarlo personalmente. Esto
implica minutos u horas, depende del caso, de un niño sucio e incómodo frente a
todos su compañeros (o recluido en un baño). Y para los que ya dejaron los
pañales tampoco es tan sencillo, porque tienen que ir al baño solos y limpiarse
por sí mismos. Acción nada sencilla para una persona de estas edades.
¿Cómo
es que nadie tiene en cuenta que el control de esfínteres no es una imposición
ni depende de ninguna edad, sino que es un proceso madurativo natural, como
caminar? ¿De dónde viene esta regla -aparentemente- tan arbitraria?
Curiosa por saber más de este tema (y en
solidaridad con las muchas madres que me hacen llegar su preocupación)
investigué el Reglamento del Sistema Educativo de Gestión Pública dependiente
del Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Para mi sorpresa el tema esfínteres o ida al baño ni siquiera se menciona.
Existe
sí una Ley (la N° 621, para jardines privados con niños de 45 días a 4
años) donde además de especificar los derechos del niño a la contención, la
identidad y la calidad, se dictamina que es necesario priorizar los vínculos,
favorecer un clima de afecto y respetar normas de higiene. En esta misma ley se
habla de la obligatoriedad de que existan cambiadores y los detalles de
higiene de cómo debe realizarse el cambiado. ¿Entonces?
Por
otro lado esta Ley decreta que cuando el conjunto de las salas de 2, 3 y 4 años
superen los quince niños deberá haber un auxiliar y que la cantidad máxima de
niños por sala es de: Sala Lactarios hasta 9 niños; Sala Deambuladores,
hasta 14 niños; Sala de 2 años, hasta 20 niños; Sala de 3 años, hasta 25 niños;
Sala de 4 años, hasta 30 niños. ¿Todo esto se cumple, me pregunto? Porque si
así fuera habría siempre alguien disponible para cambiar a los niños, ¿verdad?
Buscando un poco más, encontré la Guía Federal de Orientaciones para
la intervención educativa en situaciones complejas relacionadas con la vida
escolar (publicado por el Ministerio de Educación) donde se lee con claridad:
“Cabe destacar que no existe legislación alguna que impida cumplir con el
cuidado de los niños y las niñas en relación con el aseo y cambio de pañales o
ropa cuando la situación lo requiera.” Interesante.
Hace
unos años Diario Perfil: escribía:”Si bien no se trata de una modalidad
impuesta o masivamente extendida, cada vez son más los maestros que
prefieren evitar el contacto físico con los chicos y los jardines que prohíben
las demostraciones corporales de afecto como consecuencia de la creciente
cantidad de denuncias sobre abusos sexuales en los jardines de infantes que los
medios, además, reproducen con constancia.”
El delicado tema del abuso
¿Realmente
el pretexto de esta medida es la prevención de abusos sexuales? Intento
comprender la desprotección que sufren los docentes ante ciertas acusaciones
infundadas, pero, ante todo, ¿si no confiamos en una institución y sus miembros
para la higiene corporal de nuestros hijos… directamente confiamos? ¿Podemos
dejarlos con tranquilidad en ese lugar? Segundo punto, ¿no existen
psicotécnicos antes de tomar a un docente que trabajará con niños? ¿Podemos
considerar que alguien tan enfermo como para abusar de un menor dejará de
hacerlo gracias a esta regla? ¿O simplemente la escuela se “cubre” ante
posibles denuncias?
Dejo
abierta la puerta a las opiniones docentes y/o institucionales. No he
conseguido que el Ministerio de Educación se pronuncie respecto de este tema.
Sobre todo porque no hay legislación que lo avale, presupongo.
Desde la defensa de los niños me gustaría
recordar algunas cosas. Primero, que existe una Ley
de Protección Integral de los Derechos de Niños, Niñas y
Adolescentes. Con
esto quiero decir que no es un mero capricho respetarlos. Los Derechos a la Dignidad
y Respeto se enmarcan dentro de esta legislación. ¿Acaso exigir que no
usen pañales no es faltarles el respeto? ¿Dejarlos sucios no es faltarles el
respeto? ¿No ayudarlos en su higiene personal no es faltarles el respeto? ¿Acaso
todo lo mencionado no es humillante (y contrario a la dignidad)?
¿Y qué me dicen del Derecho a
la Protección de la salud (que implica combatir las enfermedades)? Son
varias las mamás, principalmente de nenas, que me cuentan que sus hijas
acabaron con varias infecciones urinarias a lo largo del año. Claro, ellas, con
sólo 2 y 3 años, se higienizan incorrectamente, llevando bacterias a su tracto
urinario. Y ni hablemos de la salud mental. Lamentablemente son muchos los
niños presionados para dejar el pañal antes de tiempo que terminan con serios
problemas derivados del estrés de enfrentarse a esta situación.
Los
abogados consultados (que prefirieron permanecer anónimos) afirmaron que,
claramente, una regla como tal es contraria a los derechos de los niños. Los
nombrados y, seguramente, muchos otros.
La mirada de los expertos
En la nota de Perfil mencionada se incluye
una interesante cita respecto de la importancia del contacto
físico en la primera infancia (otro tema nada menor). “Todo lo que sea
contacto corporal para la primera infancia es fundamental para el desarrollo
emocional de los chicos, no sólo para el aprendizaje” (…) señala la licenciada
y profesora en psicopedagogía Cecilia
Kornblit. Un docente que “no puede”
tocar a sus alumnos les está creando una barrera perjudicial para su confianza
y desarrollo.”
Cecilia
Giana, Licenciada en Ciencias de la Educación, afirma: “La negativa de cambiar
pañales en las escuelas a partir de la sala de tres surge en la mayoría de los
casos por el miedo de las instituciones de ser acusadas de abuso deshonesto a
los niños, esta situación nos lleva a preguntarnos diversas cuestiones, ¿qué
está enseñando con sus actos una escuela que por temor deja de responder a las
necesidades de los más pequeños?, ¿qué lugar ocupa la confianza que debe
existir entre las familias y los docentes?, ¿qué sucede con la construcción de
los vínculos tempranos cuando se educa desde el temor? Las preguntas
precedentes dan cuenta de un posicionamiento ético-pedagógico que necesita ser
repensado para poder alojar a los más pequeños en las instituciones educativas
que deben responder por ellos.”
Las
Licenciadas en Psicología Carolina Mora y Natalia Liguori tienen una opinión
determinante sobre el tema. “La mayoría de las veces las familias se ven
afectadas por estas imposiciones externas que intervienen en las decisiones de
crianza, siendo los niños los principales afectados. En poco tiempo tienen que
acostumbrarse a la idea de dejar a sus papás y a sus juguetes queridos “que no
pueden ir al jardín con ellos”, y como si esto fuera poco, por imposición de un
modelo adultocentrista en el que el tiempo vale oro, se los apura a dejar los
pañales y a controlar esfínteres, cuando se sabe que esto depende de su
maduración y que es un proceso. Esta carrera conlleva un estrés e impacta a
nivel emocional en los padres y principalmente en el niño. A la presión de
dejar los pañales, algo que les da seguridad, por imposición externa sin
contemplar los tiempos singulares, se le suma la posibilidad de quedar
expuestos en episodios donde se ensucian por no lograr controlar sus
esfínteres. Los niños sienten que no saben y no pueden hacerlo, con la
frustración que esto conlleva para sí mismos y sus padres. Esto nos lleva a
preguntarnos ¿al servicio de quien está el sistema?, ¿en benéfico de quiénes se
plantea esta norma?
Por
su lado Laura Lagos, Licenciada en Ciencias de la Comunicación con orientación
en Procesos Educativos, opina que ”es lamentable que se obligue a un niño
a acelerar sus ritmos sin contemplar lo particular de cada uno. Es una medida
que tiende a homogeneizar y eso no está bien. Además, el hecho de usar pañales
se estigmatiza. Los padres muchas veces siguen estas reglas por vergüenza,
porque sienten que sus hijos están “fuera de la norma”, es decir, que no
cumplen con los pasos esperados. Es en estas condiciones que una regla tan
arbitraria puede funcionar. Hace falta mayor cuestionamiento.”
Como padres es nuestro deber
asegurar que nuestros hijos tienen sus derechos cubiertos. Preguntar,
repreguntar y hacer valer nuestro poder ciudadano. Y si la escuela no los
cumple, no nos callemos.
PD: Esta nota perteneció a mi antiguo blog de Infobae.