viernes, 19 de agosto de 2016

Mi regalo se llama PACIENCIA

 

Cada año llegan estas fechas y un remolino de ideas y emociones me envuelve sin previo aviso. Cumpleaños número 4, día del niño, comienzo del jardín, segunda mitad del año, proyectos personales, balances maternales.

Lo cierto es que el día a día (ese mismo que a veces se hace tan difícil y agotador) parece empeñarse en mostrarme que, efectivamente, el tiempo vuela.

¿Qué decir respecto del día del niño? ¿Cómo no caer en trivialidades y frases hechas? ¿Qué quiero regalarle a mi hijo, a mi familia, a mí misma?

Hace poco escribí sobre la comunicación y el gran desafío de desterrar de mi casa los gritos. Este post viene de la mano. Hoy mi regalo es la paciencia.

Quiero regalarle a mi niño aun más juegos compartidos. De esos que te hacen perder la noción del tiempo. Juegos con castillos, serpientes, lobos y charcos. Sin principio ni fin ni meta más que jugar.

También más abrazos cuando haya enojos. Un respiro para esos días en que el cansancio agobia y la rutina me hunde.

¡Y más tolerancia a sus pequeños ritmos! Porque sus pies caminan con pasos cortos y sus tiempos no son los que marca el reloj. Quiero más paciencia para recordar que los minutos son relativos y que la vida se construye de momentos eternos.

Además, más cuadras que cuenten historias. Ríos de lluvia que son un desafío o cuentos repentinos que nacen en un semáforo (en eso él es un experto).

Y muchos, pero muchos, menos mandatos.

Él crece pero yo también. De su mano todo es más fácil.

miércoles, 10 de agosto de 2016

¿Cómo nos comunicamos con los chicos? 4 claves para hacerlo mejor


Hace un tiempo que me inquieta el modo en que nos comunicamos familiarmente, en especial con los más chicos. Es bastante común agotar el recurso del grito al primer conflicto (me incluyo) y es algo que quisiera desterrar para siempre del repertorio cotidiano.

Estoy convencida de que la paz comienza en casa aunque tantas veces sea difícil mantener el centro; y sé que esto le pasa a la mayoría de los padres y madres.

Este post es una forma de reafirmar mi apuesta a comunicarnos de manera empática. Lograrlo depende, muchas veces, de desaprender viejas costumbres y redefinir nuestro rol en el día a día.

¿Cómo nos comunicamos mejor?

La comunicación es compleja. No sólo se basa en lo que decimos sino en cómo lo decimos, en el contexto y en tantas otras variables. Hoy propongo prestar atención a, al menos, estos 4 grandes aspectos:

1. Las palabras: El más obvio de los elementos a la hora de comunicarnos. Las palabras que elegimos la mayor parte del tiempo construyen nuestras relaciones y pueden cambiar por completo nuestra manera de vincularnos. ¿Estamos eligiendo las palabras adecuadas a la edad de nuestro interlocutor? ¿Necesita él o ella un sermón o más bien sólo una palabra de aliento, un mimo o ser escuchado? Los chicos nos escuchan con más facilidad cuando elegimos palabras simples y no abusamos de ellas. Acá, casi siempre, aplica la regla que indica "menos es más".

2. El tono de voz: ¿Cuántas veces nos enojamos con otro adulto porque dijo algo con soberbia o en forma de burla? La comunicación trasciende las simples palabras y el tono que las acompaña puede cambiar su sentido por completo. Lo podemos hacer sin darnos cuenta, pero un tono de voz incorrecto puede herir sentimientos, provocar ira y muchos otros efectos indeseados.

3. El lenguaje corporal: ¡Qué difícil ser conscientes del lenguaje corporal todo el tiempo! El lenguaje no verbal incluye la distancia, los gestos, la postura corporal, la mirada y tantos detalles como querramos buscar. Cuando hablamos de niños siempre es bueno recordar lo básico: ponernos a su altura y hacer una escucha activa (mirándolos a los ojos, sin distracciones, con disposición). Hoy día los celulares y demás dispositivos electrónicos se roban nuestra atención, tratemos de minimizar su impacto.

4. El volumen: Y, a lo último, lo más complicado. Parecería que la parentalidad viene asociada al grito. ¿No les parece? Desde un llamado, hasta un pedido y (claro) un reto... Los gritos se adueñan de nuestras casas y crean un clima de tensión innecesario. ¿Y si elegimos cambiarlo? Mantener un volumen de conversación no tan elevado sería el primer paso. También hablar con tranquilidad y sentarnos a conversar amigablemente aún cuando estemos enojados.

Como solemos decir en nuestros talleres de crianza: "Nadie puede dar lo que no tiene". La buena comunicación comienza con un adulto regulado emocional y físicamente. Esto no siempre es posible. El cansancio y el ritmo de vida suelen ser nuestros grandes enemigos. Si sentimos que nos sobrepasa podemos buscar aliados: pedir ayuda, hacer catarsis con amigos y hasta consultar a un terapeuta de familias. Yo creo que vale la pena. ¿Y ustedes?

lunes, 23 de mayo de 2016

Reflexiones sobre la competencia y el juego libre



¿Tiene sentido la competencia?
Si un grupo de niños juega compitiendo y en lugar de disfrutar el juego está midiendo continuamente el mejor modo de sacar ventaja para "ganar", perdiendo de vista el instante, el simple hecho de jugar... ¿Ese juego sigue siendo productivo, libre, feliz?

Hace unos días me asaltaba este pensamiento y una sensación incómoda mientras miraba a un grupo de niños jugando, chicos de apenas 5 o 6 años. La competencia, además, estaba pura y exclusivamente impulsada por los adultos. Vi como de a poco la diversión y las risas se fueron apagando a medida que las reglas se adueñaban de la escena, dando lugar a la fría medición y al abandono del instante en pos de medir el futuro inmediato.

¿Con qué fin impulsamos la competencia?
Hace unos dos años en este mismo blog la psicóloga Daniela Ferazzini nos recordaba "la necesidad indispensable de que un niño juegue por puro placer, sin ningún otro objetivo o meta que el mismo jugar". El juego es aprendizaje, es liberación, es simbolismo, es construcción, es magia, es el lenguaje mismo de la niñez. ¿Por qué necesitamos apagarlo, guiarlo, medirlo, controlarlo? Nuestro afán de control sobre la infancia llega a veces a límites absurdos.

Tuve el privilegio de intercambiar sobre el tema en las redes sociales y rescato, con permiso de las autoras, algunas reflexiones de mucha riqueza.

Alicia Stolkiner, reconocida Lic. en Psicología, Diplomada además en Salud Pública, considera que hay una diferencia entre rivalidad y competencia. "La rivalidad es un dispositivo de las subjetividad, la competencia es una captura de ese dispositivo en una lógica, si se quiere, mercantil. Allí se transforma en una lucha en la que lo colectivo queda precluido por la necesidad de éxito individual". Difícil enseñar valores comunitarios si fomentamos el éxito personal, individual, por sobre el colectivo, ¿no creen? Algo que no me parece un tema menor.

Cuenta, además, Alicia: "Cuando llevaba a mis hijos a jugar fútbol me parecían increíbles algunos padres que no dejaban disfrutar el juego por la forma en que violentaban a sus hijos para que ganen". Quizás sea hora de revisar qué valores deportivos fomentamos en nuestros niños.

Por su parte, la Psicóloga Clínica Ivana Raschkovan afirma que "la capacidad para la preocupación por el otro de la que tanto se ocupó Winnicott se construye en el encuentro con el otro. El respeto por el semejante debe reconocerlo en su individualidad y diferencia. Continuamente veo niños en el consultorio en los que su subjetividad ha sido arrasada en pos de criar niños para el mercado productivo. Niños que pasan ocho horas por día en la escuela y luego deben continuar actividades extraescolares para convertirse en sujetos productivos y "competentes". Me pregunto cuánto lugar hay en estos niños para el desear y para el jugar por el mero placer que el jugar despierta. No me sorprende que un niño capturado por esta lógica de discurso quede atrapado en un juego competitivo donde el par se vuelve un "oponente". Y esta lógica binaria y oposicionista sin lugar a dudas es en detrimento del placer y de la capacidad lúdica".

Buscando alternativas a esta lógica competitiva
¿Queremos realmente seres humanos que vean al otro como un oponente a quien ganarle o sacarle ventaja? ¿O queremos, por el contrario (y espero que compartan), una sociedad donde la comunidad prevalezca, donde los valores compartidos apunten a la cooperación y la solidaridad? No estamos viendo que el juego competitivo extremo atenta contra esto. ¿Por qué mejor no brindar más horas de juego libre, más disfrute, más espacios cooperativos, más juegos con reglas inventadas por ellos mismos, más actividades centradas en el compartir?

Ya lo decía Maria Montessori: "Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz, la gente educa para la competencia y este es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz".

martes, 10 de mayo de 2016

#SerMadres nos cambia la vida


A pesar del famoso saber popular que reza que la maternidad te cambia la vida; yo solía ser arrogante. Era de esas que pensaban que cualquiera puede ser madre, que no es algo especial, que el embarazo es natural y sencillísimo y que iba a poder con todo. Embarazada de 8 semanas, me fui de viaje sin pensarlo demasiado. “Estar embarazada no es estar enferma”, me había dicho el obstetra.
Incluso volví del viaje con ese mismo sentimiento omnipotente y me fui sola (claro, si yo no necesitaba a nadie) a la primer ecografía. No les miento: en el fondo estaba aterrada. Pero algo pasó en ese consultorio. La ecógrafa me revisó, me dijo que todo andaba bien y me preguntó: ¿querés escuchar su corazón? Entonces encendió el sonido y un ritmo maravilloso invadió el consultorio, que hasta ese momento no era otra cosa que una habitación blanca y estéril. Y fue uno de esos momentos bisagra que se graban en cada fibra de tu cuerpo y te desarman. Sentí que mi mundo conocido colapsaba y que las lágrimas me ganaban y caían, casi ajenas. Esa yo, autosuficiente, profesional, responsable, control freak y no sé cuántas cosas más, estaba llorando de emoción. Algo impensado e incontrolable. La ecógrafa me dejó sola, me dijo que me tome el tiempo que quiera y cerró la puerta.
Ahí nos encontramos: mi nueva yo y el corazón de mi bebé. El mejor sonido del universo concentrado en un repiqueteo mínimo, constante, hermoso. La evidencia de la vida, una verdad concreta y crudamente real. Y lloré de emoción, alegría, pánico y amor. Lloré porque me di cuenta de que ya no era la misma. Lloré porque supe que ahora ese corazón iba a ser parte de mí para siempre. Lloré porque entendí que no estaba embarazada, sino que iba a ser mamá.
Dicen que la maternidad te cambia la vida. Claro que te cambia la vida. Menos mal que te cambia la vida.

Este post perteneció originalmente a mi blog en Infobae.com

Enfrentarse a un embarazo de alto riesgo


¿Qué es un embarazo de alto riesgo? ¿Por qué se habla tan poco del tema? Seguramente tenés algún caso conocido alrededor. ¿Sabemos lo suficiente? ¿Podemos acompañar a una mujer que pasa por una de las situaciones más estresantes de su vida?
Según la Unidad de Medicina Fetal del Hospital Italiano se denomina Embarazo de Alto Riesgo a aquellos embarazos en los cuales existe algún factor que hace que la probabilidad de complicaciones para la madre, el bebé o ambos sea más alta que la generalidad de las gestaciones. Estos embarazos representan el 5% a 10% de todas las gestaciones, y requieren una estrategia de seguimiento especial y generalmente más frecuente. Este tipo de embarazo se puede dividir en 4 grandes grupos: 1. Mujeres que tienen problemas médicos antes del embarazo; 2. Mujeres que desarrollan problemas médicos o quirúrgicos durante el embarazo; 3. Mujeres con problemas propios del embarazo; y 4. Problemas fetales.
Reposo absoluto y otros fantasmas
Una de las indicaciones más comunes ante un embarazo de este tipo es el reposo absoluto. Sin embargo, no es nada fácil permanecer días (y a veces meses, incluso todo el embarazo) inmóvil en una cama, asaltada por los miedos y las dudas. “Mi sentimiento fue incertidumbre, hambre de información, mil preguntas y mil dudas. Cada día surgía algo nuevo en mi pensamiento… ¿Y si nace con 500 gramos? ¿Y si me agacho a buscar algo que se me cayó y empiezo con contracciones? Soledad, tristeza, incertidumbre frente al mañana. El reposo no implicó cama solamente, sino la clara imposibilidad de caminar, de hacer mis días de vida normal. De bañarme, trabajar, etc.” dice Anabella, una mamá joven, que se enfrentó a una condición poco frecuente de malformación del útero.
El caso de Sabrina es muy similar y denota la vivencia de días extremadamente angustiantes: “Fue terrible pero no por el dolor… De golpe me encontré en una cama, sin saber qué hacer. En ese momento era desesperante ver cómo se me iba la vida en la cama. El reposo lo transité con dudas porque no sabían decirme qué provocaba las contracciones, sólo que había muchas posibilidades de que si nacía él capaz yo no resistía el parto o al revés”.
¿Pero el reposo es siempre necesario, es siempre imprescindible, es siempre la mejor opción? Carla Menéndez Toro, Lic. en Psicología, responde: “En el campo de la medicina se está comenzando a discutir acerca de los reales beneficios del reposo absoluto durante el embarazo ya que conlleva vivencias estresantes para la mujer gestante, sobre todo si es un hecho repentino e inesperado. Esta situación implica que hay algo que no está marchando bien por lo que debe elaborar y procesar altos montos de angustia e incertidumbre en un contexto en el que se siente privada de todas las actividades y personas que rodeaban su vida cotidiana”.
Esto nos lleva a otro tema peliagudo: la medicina frente a embarazos de alto riesgo. Una madre muy joven que prefiere permanecer anónima lo describe de este modo: “Sentía que mi médico no me explicaba bien qué pasaba”. Y quien escribe tuvo una experiencia casi idéntica.
¿Los médicos a veces prefieren omitir información? ¿Cuentan con la posibilidad de dar contención y apoyo?
La importancia del equipo médico
Anabella relata que pasó por una larga lista de obstetras hasta encontrar a una médica que supo atender sus necesidades. “Sufrí algunos maltratos, por así decirlo. Que me digan que no podía quedar embarazada y hasta cuando quedé, que la iba a perder, o que me prepare para lo peor. O simplemente ir a una consulta y que no me pesen, no me manden estudios de rutina, no me pregunten como me sentía”.
Toda mujer tiene el derecho de ser atendida correctamente y esto está debidamente formalizado bajo la Ley Nacional Nº 25.929. Entre muchos otros, las mujeres tenemos derecho a: Ser tratadas en forma respetuosa y digna. Ser informadas sobre las distintas intervenciones médicas que pudieren tener lugar de manera de poder optar libremente cuando existieren diferentes alternativas. Ser tratadas con respeto, y de modo individual y personalizado.
Sin embargo, y lamentablemente, muchos testimonios parecieran evidenciar que esto muchas veces no se cumple. “Siento que tendrían que haberme acompañado más, cuidado más y escuchado. A veces por ser primerizas no nos escuchan y nos tratan de exageradas. Escuchar a la mujer siempre es mejor“. “Estoy segura de que mi obstetra me ocultó información. Si hubiese contado con esa información sin duda hubiera evitado exponerme de la manera en que lo hice, sólo por el hecho de no saber”.
Margarita, mamá de Mora, tuvo una historia con final feliz. “Me considero una privilegiada, porque yo conté con el afiladísimo olfato de mi obstetra. Pero me parece que, ante la sentencia de un embarazo riesgoso, que todo se viene abajo, los profesionales de la salud tienen que contar con entrenamiento y maneras para decir las cosas, y herramientas para el acompañamiento, para ayudarte con el miedo y con el después”.
Buscar un equipo médico adecuado, contenedor y especializado en embarazos de riesgo parece ser el mejor camino. Mejor aun si el equipo es interdisciplinario.
¿Y el acompañamiento emocional?
“Frente a esta situación lo importante y fundamental es validar los sentimientos y contar con un entorno que ayude, acompañe y sostenga a la mujer y su familia, este entorno puede estar formado por su pareja, familia, amigos, doulas o todo aquel que desee acompañar este momento”, sostiene Carla Menéndez Toro.
Anabella dice: “Es muy importante el diálogo con el profesional que te acompaña. Encontrar contención, un hombro, un abrazo cálido”. Julieta lo recuerda de este modo: “Lo que necesitaba en ese momento era empatía. Era que me ayudaran a ver que mi casa no era un desastre, pero más necesitaba que contengan a mi hijo y mi marido porque yo sentía que no podía contenerlos y que mis miedos se apoderaban de mí”.
“Como terapeuta se puede ofrecer visitas a domicilio o conversaciones telefónicas para facilitar un espacio que permita trabajar sobre los afectos y emociones de la mujer frente a su embarazo considerado como “embarazo de riesgo”, teniendo en cuenta que es una etapa de la vida que ya de por si reviste la necesidad de elaborar muchísimas vivencias y emociones. Es importante que durante sus días de reposo pueda crear una rutina que permita reorganizar y resignificar su vida cotidiana en función de este estado que se impone, se busca que las actividades a realizar sean lo más placenteras posibles, leer libros, recibir visitas, nutrirse de información y energía positiva”, recomienda Carla Menéndez Toro. Por ejemplo, Sabrina recuerda que leía mucho y tejía sin parar.
Para la familia y personas que rodean a una mujer gestante en riesgo puede ser muy difícil responder adecuadamente a sus necesidades. Por eso las opciones de buscar ayuda psicológica, grupos de apoyo o el acompañamiento de una doula se vuelven casi imprescindibles.
Un camino de aprendizaje
Todas las madres coinciden en que su embarazo de riesgo significó, sin duda, un aprendizaje. “Entendí un mundo nuevo, desde esa camita, y esa quietud comprendí a otras personas que sufrían, que no podían moverse. En ese sentido hubo un halo de aprendizaje muy importante, me humanicé más que nunca en mi vida, me conecté con la realidad misma” cuenta Anabella. Y Sabrina agrega: “Mi pequeño me enseñó a bajar mil cambios, a ver y a disfrutar la vida de otra forma”.
Sin duda aprender de esa experiencia y compartirlo con otras mujeres es lo más positivo que podemos extraer de ese camino tan angustioso. Que nuestros bebés sepan que, pese a todo, nos sobreponemos a los miedos y el desconcierto y salimos adelante, fortalecidas.
Anabella lo resume hermosamente: “Sí. Me sentí sola. Pero también canté. Canté muy fuerte para ella, para que sepa que ahí estaba yo y que la iba a pelear hasta el final”.

Este post perteneció originalmente a mi blog en Infobae.com

10 pautas para criar a un niño pequeño


Sobre crianza hay mucho escrito. Trato de leer bastante, anotar cosas, discutirlas, pensarlas. Hay muchas teorías opuestas y complementarias, incluso algunas terminan siendo “adiestramientos” disfrazados.
Cuando mi hijo tenía 2 años pensé estas 10 pautas sobre crianza. Las seguí, las sigo y me han traído grandes satisfacciones. Hoy las comparto con ustedes.
1. Limitemos el uso del NO. Como dice Carlos González, quien más autoridad tiene, menos prohíbe. Limitando el uso del “no” logramos mayor efectividad y nos obligamos a buscar otros recursos. Además, es una palabra demasiado abstracta para esta edad y, por lo tanto, innecesaria en muchas ocasiones. Busquemos como decir NO de uan manera positiva. En lugar de "no se toca el televisor" podríamos decir "podés jugar con esta caja, el televisor se rompe". Recordemos también que es fundamental anticipar (avisar con tiempo qué cosas sí se pueden y cuáles no, dónde vamos a ir, etc) y acondicionar los espacios para que sean aptos para que los niños puedan moverse con libertad.
2. Demos más libertades y fomentemos la autonomía. Dar a los niños libertad de movimientos y permitirles hacer cosas por sí mismos es una excelente forma de fomentar su autonomía. Si quieren conocer más sobre el tema libertad de movimiento les recomiendo leer a Emmi Pikler. Acá les dejo un video. Este punto viene de la mano con el anterior, creemos espacios acordes a la edad del niño y estaremos ayudándolo a que pueda desplazarse, correr, jugar, etc.
3. Hablemos siempre con la verdad. Esto no siempre es fácil, pero estoy convencida de que los chicos necesitan que pongamos en palabras la realidad que los rodea. Aun cuando creamos que es demasiado dura o incomprensible. Una muerte, una separación, un mal día. Siempre con palabras que puedan entender y con presencia y paciencia. La confianza se construye todos los días.
4. Pongámonos en su lugar: la empatía. “No hagas al otro lo que no te gusta que te hagan”. Tan simple como eso. Los métodos que no son aceptables entre adultos tampoco lo son para los chicos. Algo que desde nuestra mirada podría parecer insignificante puede ser un mundo para tu hijo. No subestimemos sus emociones y estaremos enseñándole respeto por el otro, amor incondicional y paciencia. Un mundo mejor empieza por cuidarnos entre todos.
5. Compartamos más: que ellos también sean protagonistas. Para los chicos es fundamental sentirse valorados. El sentido de pertenencia es uno de los fundamentos de una buena salud psicológica (por eso los castigos que apartan a los chicos son tan desaconsejados). Es buena idea incluirlos en las tareas domésticas, a modo de juego. Dejemos que cocinen, limpien y "ayuden". Aprovechemos que a edades tempranas esto les divierte y estaremos enseñando habilidades y responsabilidades para el futuro. Compartamos buenos hábitos, como cepillarnos los dientes. No olvidemos que el ejemplo es el mejor modo de influir en ellos.
6. No juzguemos ni etiquetemos. Como dice Dorothy C. Briggs, separemos el comportamiento (y los sentimientos) de la persona. Un mal comportamiento no significa un “nene malo”. Hay que buscar el origen de ese mal comportamiento (el sentimiento que lo provoca) y resolverlo. De este modo nos enfocamos en el futuro y no en el error (pasado). También evitemos etiquetar: “es inquieto”, “es bueno”, “es sociable”. Todas estas etiquetas hacen que la gente se frustre cuando algo se sale del camino.
7. Hablemos siempre con respeto. Para ser personas respetuosas, los chicos necesitan haber sido educados con respeto. No hay mucha ciencia, uno aprende lo que vive. ¿Verdad? Aun cuando estemos en desacuerdo con su comportamiento o necesitemos “retarlo” que sea siempre con respeto y buenos modos.
8. Demostremos cariño incondicional. Algunos pueden pensar que es una obviedad, pero sentirse amado (a pesar de todo) es otro de los pilares de una fuerte autoestima, la base fundante de una persona segura y feliz. El amor se demuestra de muchos modos y tiene que estar presente aún en los peores momentos (por ejemplo, cuando estemos furiosos). Dice Rosa Jové “quiéreme cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite”.
9. Promovamos la autorregulación (autodisciplina). Esto se logra con tiempo y paciencia, pero ya a esta corta edad se pueden ver resultados y es algo muy inspirador. Les dejo este video de la psicóloga Yolanda González sobre la autorregulación.
10. Escuchemos y seamos flexibles. Observemos, preguntemos, no demos nada por sentado. Conductas que podríamos tildar de "caprichos" de pronto cobran sentido si nos detenemos unos segundos a ver qué está pasando. ¿Qué sentimiento provocó esas palabras o acciones? ¿El niño está cansado y es su forma de expresarlo? ¿Puede ser que esté pidiendo atención de una forma "negativa"? Tengamos la absoluta certeza de que todas las acciones de los niños provienen de necesidades genuinas. A veces la situación puede ser agotadora, claro, pero son pequeñas personas aprendiendo y creciendo. Tengamos paciencia. Somos nosotros los que deberíamos tener millones de recursos. Y si no los tenemos, los aprendemos. El ritmo de vida muchas veces conspira contra esto, pero ser flexibles y aprender de los errores nos ayuda a ser mejores madres y padres cada día.
¿Qué piensan de estas 10 pautas? ¿Cuáles son sus criterios para criar?
Esta es una nueva versión de un antiguo post de mi blog en Infobae.com

Por qué decir NO al andador


De un tiempo a esta parte el uso de andadores ha sido fuertemente cuestionado. Solemos ver infografías en Facebook y extensos debates. Los profesionales que se oponen a estos artilugios son, justamente, quienes atienden las consecuencias negativas que acarrea el uso de andadores en los más chiquitos.
Hace nada más que unos días el bebé de una amiga muy cercana tuvo un preocupante accidente que me dejó un resabio amargo y muchas preguntas. ¿Es usual que ocurran accidentes y lesiones graves? ¿Qué otros problemas podría ocasionar que interfiramos de ese modo en el curso natural del desarrollo evolutivo de nuestros hijos?
El Dr. Javier Masquijo, Traumatólogo Infantil, afirma que “La Academia Americana de Pediatría y otras organizaciones han emitido advertencias para disuadir a los padres el uso de andadores. En Canadá, la venta se prohibió en 2004. Canadá es el primer país del mundo en prohibir la venta, importación y publicidad de los andadores.” Además, advierte que estudios recientes indican que no sólo no favorecen a los bebés a caminar sino que incluso pueden llegar a dar lugar a retrasos en su desarrollo.
De hecho la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) desaconseja el uso del andador como recurso deambulatorio para los bebés. En un informe publicado por la organización se estima que alrededor del 45% de los chicos que lo utiliza sufre un accidente.
Ya en 2011 el periódico La Voz alertaba sobre los problemas asociados al uso de estos dispositivos, citando un documento del Comité de Pediatría Ambulatoria: “Los padres se engañan porque ven a su hijo feliz con el vértigo y la adrenalina que supone el andador. Pero en realidad su uso afecta la adquisición de una motricidad adecuada, porque cuando deja de usarlo el niño tiene que desaprender lo que aprendió y aprender a caminar por sus propios medios”. En el mismo documento se mencionaban los riesgos de accidente y se informaba que “los andadores son inestables y el niño se desplaza a una gran velocidad. Puede llegar a un metro por segundo, equivalente a 3,6 kilómetros por hora”.
Entre las lesiones habituales figuran golpes en la cabeza (por vuelcos o caídas de escaleras), lastimaduras, fracturas, luxaciones dentarias, atrapamiento de dedos, hematomas, ahogamiento, envenenamiento por sustancias tóxicas, quemaduras, entre otras. Si bien en la mayoría de los casos se tratan de lesiones leves, existen casos documentados de accidentes graves con riesgo de vida para el bebé.
El problema de los andadores es estudiado a lo largo y ancho del mundo, en el informe Pediatricians’ attitude about the use of infant walkers varios pediatras turcos concluyen que “El uso de andadores aumenta el riesgo de lesión por caída de escalera cuatro veces y el riesgo de fractura por esta caída, dos veces.” Debido a estos riesgos, la Academia Estadounidense de Pediatría también estaría en vías de prohibir la producción y venta de andadores.
Si bien en nuestro país los andadores se siguen comercializando (incluso recomendando) la opinión mayoritaria en su contra parece tener consenso. El Ministerio de Salud de la Nación, en un documento titulado “Factores del entorno facilitadores y obstaculizadores del desarrollo infantil”, concluye que los andadores “resultan sumamente peligrosos y son causa de numerosos accidentes.” Además de ser perjudiciales para el normal desarrollo de los niños: “La organización del equilibrio, la postura y los desplazamientos se ven seriamente obstaculizados.”
Carla Di Pietro, Médica Pediatra argentina (UBA) nos cuenta sobre su experiencia: “He atendido en mi residencia a un nene con traumatismo de cráneo por la caída desde la altura del andador. También otro con un corte profundo en una ceja por golpe contra una mesa. Si bien no han sido lesiones de gravedad, los padres quedan muy angustiados y con mucha culpa. Yo desde los 3 meses en mis consultas ya desaconsejo su uso porque es el típico regalo que se hace en pocos meses más, cuando el bebé ya da señales de gatear o desplazarse. Considero necesario que haya una campaña que concientice sobre lo nocivo que es el andador para la salud de nuestros hijos.”
La cuestión motriz no es menor a la hora de elegir dejar de lado este artefacto. María Laskowski, Licenciada en Terapia Ocupacional, refuerza la idea de que “se aprende la marcha en un patrón equivocado de movimiento, que después hay que desaprender para aprender a caminar bien” y resalta el hecho de que “obliga a los huesos y articulaciones a recibir una carga (el peso) cuando no están preparados para eso aún. Ni hablar sí el niño tiene una dificultad o discapacidad previa, todo esto se potencia”.
Consultamos sobre el tema a Melina Bronfman, Musicoterapeuta, Doula y Terapeuta Corporal formada en la teoría de Emmi Pikler, quien es hoy día un referente en lo relacionado a psicomotricidad en Argentina y el mundo de habla hispana. Según la experta “El andador es una interferencia en el desarrollo de la motricidad del bebé, porque altera por completo la conciencia de su propio cuerpo y le modifica el dominio de sus genuinas capacidades” Y considera que “Muchos hábitos nocivos quedan a veces instalados sin ningún tipo de cuestionamiento hacia sus reales efectos a largo plazo. El cambio puede ocurrir cuando tienen acceso a la información adecuada.” Y, fundamentalmente, destaca que “Las interferencias en el desarrollo temprano pueden ser a veces tan nocivas, que debamos dedicar el resto de nuestra vida a repararlas. Es el caso de quienes deben hacer reeducación postural,  ir al kinesiólogo regularmente, hacerse masajes, etc., por padecer dolores crónicos o mala postura… que comenzó cuando era sólo un bebé.”
Todos los profesionales consultados coinciden en desaconsejar categóricamente los andadores, cada uno desde su visión particular. Adí Nativ, también Pediatra argentina (UBA), es concluyente respecto de su uso: “La realidad es que el uso de andadores conlleva una serie de peligros que los padres no parecen conocer. No sólo con respecto a accidentes domésticos sino interferencias a nivel del desarrollo madurativo motriz. Los niños que permanecen sentados en el andador aun no mantienen una posición erecta. Es importante recordar que los pies inicialmente están formados por cartílago. Y que a medida que pasan los años se van “fortaleciendo” y van adquiriendo su contextura ósea. Imagínense que podría ocurrirle a un niño que aún no ha terminado de osificar sus miembros inferiores si es colocado en un andador y expuesto a soportar su propio peso por varias horas. Por otro lado, recuerden que las caderas y las rodillas estarían recibiendo una presión innecesaria que podría llevar a una alteración en el crecimiento de ese paciente”. Además, subraya la importancia de considerar los “accidentes domésticos, quemaduras o intoxicaciones que ocurren al alcanzar objetos a los que normalmente [los bebés] no llegarían. El accidente que más comúnmente vivimos en las guardias es el paciente que cae por las escaleras con el andador o el paciente que traba las ruedas. Tal es así que desde mi lugar como pediatra desaconsejo el uso del andador. Es importante promover el gateo en niños pequeños que ayuda al niño a conocer más su cuerpo y a tomar más confianza. Juguemos con nuestros hijos, tirémosnos al piso, dediquémosles nuestro tiempo. Y no tratemos de quemar etapas. La maduración es un proceso biológico que es imposible acelerar.”
Accidentes, lesiones, retrasos en el desarrollo, interferencia innecesaria, posturas forzadas que resultan negativas para los frágiles cuerpos de los bebés… Las respuestas a mis preguntas fueron contundentes. El uso de andadores, cuanto menos, está desaconsejado. Esperemos que muy pronto se encuentre incluso prohibido.
Este post perteneció originalmente a mi blog de Infobae.com