jueves, 20 de noviembre de 2014

Maternar en la era del plástico

Es una tarde como cualquiera: una tarde de un día como tantos. Camino por Avenida Cabildo en el barrio de Belgrano, en plena Ciudad de Buenos Aires, intentando esquivar el caos de tránsito y el océano de gente. Casi sin darme cuenta me encuentro frente a una marquesina plagada de fotos familiares. Es impactante, mide varios metros y cubre toda una esquina. Imágenes de hermanos jugando, bebés en brazos, padres sonrientes. Bajo la vista y me doy cuenta de que estoy frente a un hipermercado de artículos para bebés. En la marquesina veo un bebé rozagante durmiendo al lado de su mamá y me quedo pensando. Algo me hace ruido. ¿En este local no venden cunas funcionales y cochecitos? Sigo caminando, sintiendo todavía ese sabor agridulce y, de pronto, me vienen a la cabeza las palabras de Casilda Rodrigáñez. "Cuando la criatura nace, se la priva del cuerpo a cuerpo con la madre. (...) El cuerpo a cuerpo con la madre es un estado fisiológico y psíquico. (...) Pero este proceso, en lugar de fluir y expandirse, se corta de raíz al separar a la criatura de la madre nada más nacer; en ese momento tan importante del que depende el desarrollo del ser humano." No sólo Casilda lo dice. Son muchos los autores que han teorizado sobre la separación que sufren los bebés en Occidente. Jean Liedloff lo describió en su obra El concepto de continuum. “El bebé que está pegado al cuerpo de su madre (…) vive el ahora en estado de beatitud; en cambio, el bebé que no está en contacto con el cuerpo de su madre lo vive en un estado de un vivo deseo insatisfecho en medio de un inhóspito universo vacío.” Los bebés occidentales son los únicos en pasar tanto tiempo separados del cuerpo de su madre. Me vuelve el recuerdo de la vidriera del hipermercado y pienso en el ajuar del bebé. Prácticamente una colección de objetos que, con suerte, usaremos poco y nada. Tanta gente preocupada por qué cochecito vas a comprar y nadie que te diga que tu bebé va a demandarte diferentes cosas, pero que ninguna de ellas (paradójicamente) será una cosa.

Nuestro modo de vida actual tiene características muy poco favorables a la crianza. Desde el espacio público que nos rodea hasta el mainstream del que, mal que nos pese, somos parte. Cuando sos mamá tomás conciencia del conflicto que significa hacer uso de algunos lugares públicos acompañada de un bebé. No sólo eso. También te das cuenta de la soledad y el aislamiento que supone ahora tu espacio privado. Y, además, empezás a notar los consejos contradictorios, las teorías sin pies ni cabeza y lo lejos que está el “mundo real” de ese devenir en el que ahora estás inmersa. Un devenir primitivo, sin horarios, plagado de vaivenes y sinsabores; un devenir que te atraviesa y que poco tiene que ver con esa vorágine de la ciudad y con las publicidades de pañales. Porque las publicidades de pañales, con sus bebés perfectos que duermen 12 horas cada noche y se despiertan sonriendo, forman parte integral de ese mainstream.

Vivimos en un mundo consumista. Lo voy a denominar “La Era del Plástico”. Es casi increíble pensar que el ser humano ha producido más kilogramos de plástico en los últimos diez años que en todo el siglo XX. ¿Alguna vez pensaron que nunca antes en la historia los bebés tuvieron tantos artículos de plástico como hábitat? Artículos que, no tan casualmente, refuerzan esta separación de los cuerpos. Del mismo autor de "no le hagas upa porque se malcría" llega una legión de artefactos más o menos elaborados: andadores, sillitas, sillones vibradores, cochecitos, paragüitas, corralitos, huevitos, chupetes, mecedoras, andadores, y la lista sigue. No hablemos de los artículos altamente controversiales como las mamaderas que se colocan en la cuna y no requieren presencia humana, o los arneses y correas. Hablemos de todas aquellas cosas que los padres acumulamos en nuestras casas, tantas veces con la única función de juntar polvo y ocupar metros cuadrados.

Para que esta Era del Plástico triunfe, el consumismo tiene que comenzar en el inicio mismo de la vida. En el sanatorio donde nació mi hijo se supervisaba que todo bebé sea dado de alta y se vaya a casa adentro de su huevito. Sí, era un requisito indispensable. ¿Y quién no ha recibido un reto de una enfermera o médico por tener al bebé dormido sobre el pecho, en la cama del hospital? No, no, el deber ser indica que el bebé duerma en su “cuna” (un recipiente que, por lo menos a mí, me recuerda más a las bandejas que usan los carniceros que a un tierno moisés). Y si llora: “lo llevamos a la nursery para que la mamá descanse”. Poco interesan las necesidades afectivas de ambos en ese momento, la importancia del contacto piel a piel, la revolución hormonal, el puerperio inmediato, la correcta instauración de la lactancia, nuestras dudas y miedos. Ya habrá tiempo. “Hay que aprovechar la ayuda”. Y mejor que no nos encuentren dormidas con nuestros bebés en la cama. Porque pese a que las tendencias estén cambiando y haya sitios y libros donde se analizan los beneficios de dormir con nuestros hijos, la opinión pública mayoritaria sigue viendo con malos ojos el colecho. El colecho molesta y es juzgado, en lugar de tomarse como una decisión más dentro de cada familia. Sin lugar a dudas, el discurso imperante sigue siendo el de la separación. El bebé tiene que acostumbrarse a estar solo. A no pedir brazos. A separarse de la madre (cuanto antes, mejor). A dormirse por sus propios medios, como aconsejan las revistas sobre crianza más leídas. A fin de cuentas, el bebé tiene que acostumbrarse a no demandar precisamente lo único que necesita: presencia y contacto.

Tan convencida estoy de que este sigue siendo el pensamiento dominante que hace poco, mientras hojeaba una de estas revistas para padres, no pude dejar de sorprenderme con un aviso donde un bebé y su mamá se asomaban debajo de las sábanas de una cama de dos plazas. Sonreí sin darme cuenta, pero la sonrisa me duró poco. El aviso era de un cunero de plástico. Otra foto más abajo mostraba el móvil (muy colorido y equipado con animalitos y melodías) colocado en una cuna solitaria y vacía. Y la decepción fue entender que el amor y el contacto se reivindicaban desde la imagen, pero con el único fin de vendernos lo mismo: separación y plástico. La revista completa podría ser vista como un catálogo de objetos plásticos: claramente la industria de productos para bebés no tiene otra cosa para vendernos. Es entendible. La cercanía, el calor, el abrazo, el beso, la teta, el contacto, el arrullo, la familia... Eso no se puede diseñar, etiquetar, inventariar, distribuir, comercializar ni facturar. No lleva packaging con ositos, pilas ni instrucciones. No se importa ni exporta. No cuesta la mitad de tu sueldo. No se divide por marcas, ni tiene descuento con ningún banco. Y si bien por el momento no podemos evitar que la Era del Plástico nos siga vendiendo objetos; por lo menos podemos asegurarnos de que el amor y el contacto siempre prevalezcan por sobre todos ellos.

Esta nota es parte de la Edición N° 8 de la revista digital Maternar En Tribu.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Laura Perales Bermejo: "En vez de escuchar todos esos consejos deberíamos escuchar a nuestros hijos"



¿Quién es Laura Perales Bermejo?
Laura Perales Bermejo es española, mamá y psicóloga infantil especializada en prevención (Lic. en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid), Máster en Promoción de la Salud y Prevención Infantil y Máster en Crianza Ecológica y Prevención Psicosocial. Es además Presidenta de la Plataforma por la Crianza con Respeto (de la cual es parte Criando Pensamientos), miembro asociado de la Es.Te.r (Escuela Española de Terapia Reichiana) y está inscrita en la Plataforma Pro Derechos del Nacimiento. Su enfoque engloba la Psicología Reichiana, la Teoría del Apego y la Psicología Humanista.

Hola Laura, bienvenida a Criando Pensamientos. Gracias por prestarnos un rato de tu tiempo.
Tu sitio web se denomina Crianza Autorregulada ¿Cómo definirías brevemente este concepto y cuáles son sus beneficios?
Bueno, se llama así porque esta manera de criar se suele llamar comunmente "crianza con apego", pero es erróneo. Hay varios tipos de apego: apego seguro (que se correspondería con lo que se hace en este tipo de crianza) y apego inseguro (con varios subtipos del mismo). Incluso un maltratador está criando con apego. Inseguro, pero apego. Apego no significa amor, aunque esté implícito en el apego seguro, apego es supervivencia. Por eso es el triple de crudo ver como la gente ignora el llanto de un bebé que llora por instinto con el fin de mantener la cercanía de la figura de apego para sobrevivir. Hay mucha confusión con estos términos.

Además, la teoría del apego es sólo una parte y posterior a la verdadera raíz de todo esto, al padre de la crianza respetuosa: Wilhelm Reich. Reich ya hablaba (muchos años antes de que surgiese la teoría de apego) de embarazos sanos, partos naturales, no separación del bebé tras el parto, atender las necesidades emocionales del bebé y del niño, no negar las emociones y acompañarlas, respetar los procesos naturales de los niños...y precisamente de Reich, junto con su gran amigo Neill (Summerhill), surge el concepto de autorregulación, estar en contacto con uno mismo, saber lo que uno siente y demandar lo que uno quiere. Estar en contacto con lo vivo, porque aun no han conseguido matarlo en nosotros.


No me gusta hablar de "manera" de criar ni de beneficios, porque esto es criar...lo que llevamos haciendo durante la mayoría de nuestra historia como especie y por tanto lo que estamos preparados como especie para recibir. Lo otro, son modas (cunas, carritos, sillas de pensar...), y además son daniñas. Por eso tampoco me gusta hablar de beneficios, porque de ese modo normalizamos lo otro. Y no es eso, lo otro es perjudicial, esto es lo que debemos hacer, con las limitaciones propias de vivir en la cultura en la que vivimos y las circunstancias y mochilas personales, si, pero en la medida de lo posible, nos acercaremos todo lo que podamos a lo saludable. Sin buscar beneficios (aunque numerosos estudios indiquen que los hay). Porque criamos así por responsabilidad y ética, no buscando resultados.


¿Cómo llegaste a donde estás hoy, a ser una profesional dedicada a estos temas?
Llegué hasta aquí por varios motivos. El primero, que en la facultad de psicología, las cosas que veíamos como evidencias científicas, se corresponden con la crianza respetuosa. Pero a la hora de proponer tratamiento, no tenía nada que ver, y a mí eso siempre me chocó y me indignó, porque no puedes dañar a tus pacientes sólo porque los padres son los que pagan y buscan resultados (que no lo son) rápidos, sabiendo que el tratamiento propuesto pasa por encima de toda la evidencia científica sobre lo que entiende, pretende y necesita un niño.

El segundo, mi propia maternidad hace ya 5 años, ya habiendo finalizado la carrera. Como suele pasar, me puso más en contacto conmigo misma, con mi instinto, y comencé a buscar información y formación en esta línea. Desde entonces no he parado de formarme cada vez más, en psicología reichiana, teoría del apego, neurociencia... y seguiré formándome toda mi vida.


El tercero, la comprensión de la necesidad de un cambio en esta sociedad, que sólo es posible cambiando las cosas desde la raíz, desde la infancia. Poco a poco, generación tras generación, nos iremos acercando.

Como padres, ¿de qué modo podemos colaborar con la autorregulación de nuestros hijos?
Escuchándoles y observándoles. A veces, la respuesta a nuestra pregunta está delante de nuestras narices. Por ejemplo, si mi bebé llora en su cuna y se calma si duerme conmigo en la cama, el mensaje sobre lo que necesita el bebé (y lo que necesitamos como especie), está claro. En vez de escuchar todos esos consejos no pedidos con los que nos bombardean, deberíamos escuchar a nuestros hijos.

No interviniendo por sistema, olvidándonos de la compulsión a educar. La palabra educar ni siquiera debería existir, tendría que ser sustituida por la palabra acompañar.


Acompañando y acogiendo todas sus emociones, incluyendo la rabia, la tristeza y el miedo. El mensaje de que no me quieren o me rechazan cuando me enfado es muy peligroso. Si un niño se enfada, necesita comprensión y cercanía, igual que lo necesitaríamos nosotros.

Si hasta el momento no hemos aplicado ninguno de estos principios, ¿estamos a tiempo de cambiar de actitud? ¿De qué modo lo hacemos?
Siempre se puede compensar. Evidentemente, cuando más pequeñito sea el niño, más podremos hacer, más efectiva será la compensación, pero siempre puede hacerse. No sirve de mucho fustigarse con lo que hicimos en el pasado, porque además lo más común es que los padres actúen siempre pensando que hacen lo mejor para sus hijos. En ese momento teníamos esa información, ahora tenemos otra, y podemos hacer las cosas de otro modo y compensar lo anterior en la medida de lo posible.

Por ejemplo, si he aplicado métodos para aprender a dormir y ahora se que hacer eso daña la psique de mi bebé y hasta le daña físicamente a nivel cerebral, puedo comenzar a colechar. Si hasta el momento he reprimido la rabia de mi hijo pensando que hacía lo correcto, puedo comenzar a acompañarle y de paso, si ya tiene edad para entenderlo, puedo decirle que lo que hacía antes no estaba bien y que lo siento.


En tu experiencia profesional, ¿cuál es la principal fuente de conflicto en la crianza que podría ser evitable si respetáramos siempre la autorregulación?
La principal fuente de conflicto es el historial de los padres, las vivencias de su infancia que les han condicionado a la hora de tratar a sus hijos de determinada manera o de reaccionar o sentir ante lo que hacen ellos. Por mucho que quieran hacer las cosas lo mejor posible, su historia personal está grabada a fuego, y, especialmente en los momento s de estrés, sale todo aquello. La terapia personal (y no cualquiera) debería ser algo primordial antes de pensar en ser padres, debería estar financiada por el estado y ofrecerse de modo gratuito a las familias.

Otra fuente muy importante de conflicto es la falta de comprensión sobre lo que es un niño. Se les piden cosas que aun no están preparados para hacer (como el aprendizaje intelectual antes de los 7 años, cuando deberían estar aprendiendo mediante el juego, el movimiento y el ejemplo) y no se les permite hacer cosas para las que si están preparados. Son ciudadanos de segunda, a los que se pisotea constantemente, y, si protestan, encima son malos. No se tienen en cuenta las etapas del desarrollo, lo que necesita y entiende un niño a cada edad. Y la sociedad no ayuda en esto, porque inunda a los padres de conceptos falsos y dañinos.


Por último, el modo en el que vivimos, que es antinatural. Estamos preparados como especie para vivir en tribu, para criar a los niños en comunidad. Por mucho que en una pareja uno de los dos pueda permitirse no trabajar y quedarse en casa con su bebé, la casa se le va a venir encima, le va a desbordar, y van a surgir conflictos.


¿Qué consejo o palabras te gustaría hacerle llegar a los padres que te leen aquí en Argentina y en todo el mundo?
Que dejen de ver a sus hijos como el enemigo y les vean como lo que son, personas que les quieren de manera incondicional (a los que deberíamos querer igual), que nacen con bondad innata, que no buscan manipularnos y que beben de todo lo que hacen los padres. Que la crianza no es una guerra. Que piensen en el modelo de acción que están trasladando a sus hijos, en el que el más fuerte se impone al débil por sistema, y tengan en cuenta que su hijo va a hacer eso con otros niños porque les enseñamos que ese es el modelo a seguir, que van a hacerlo con nosotros en la adolescencia, que va a dañarles de por vida.

Que criar con ética y respeto ofrece otro modelo a los niños. Un niño que es respetado, que ve que sus padres se respetan entre ellos y respetan a los demás, no necesita ser educado en valores, porque ya los está viviendo. Hay cosas que no se educan.


Que el mundo necesita este cambio, la sociedad está profundamente enferma y hay que ir cambiando las cosas desde la crianza. No sólo por nuestros hijos, sino por la generación completa y las que vendrán.


¿Cómo podemos ponernos en contacto contigo si necesitamos hacer una consulta o queremos leer tus textos?
Podéis poneros en contacto conmigo a través de mi web Crianza Autorregulada. Aunque soy de Madrid (España), realizo eventos y consultas online para que tengan acceso a ello familias de cualquier parte del mundo.

¡Muchas gracias Laura por tu tiempo!

Más info sobre el trabajo de Laura en Facebook Twitter.


Laura impartiendo un círculo de familia


Proverbio chino


lunes, 10 de noviembre de 2014

LA RAÍZ DE LA VIOLENCIA: 12 puntos (Alice Miller)

Hace ya varios años que está científicamente comprobado que los efectos devastadores de los traumatismos infligidos a los niños repercuten inevitablemente sobre la sociedad.

Esta verdad concierne a cada individuo por separado y debería – si fuese suficientemente conocida- llevar a modificar fundamentalmente nuestra sociedad, y sobre todo a liberarnos del crecimiento ciego de la violencia.

Los puntos siguientes ilustrarán esta tesis.

1. Cada niño viene al mundo para expandirse, desarrollarse, amar, expresar sus necesidades y sus sentimientos.

2. Para poder desarrollarse, el niño necesita el respeto y la protección de los adultos, tomándolo en serio, amándolo y ayudándolo a orientarse.

3. Cuando explotamos al niño para satisfacer nuestras necesidades de adulto, cuando le pegamos, castigamos, manipulamos, descuidamos, abusamos de él, o lo engañamos, sin que jamás ningún testigo intervenga en su favor, su integridad sufrirá de una herida incurable.

4. La reacción normal del niño a esta herida sería la cólera y el dolor. Pero, en su soledad, la experiencia del dolor le sería insoportable, y la cólera la tiene prohibida. No le queda otro remedio que el de contener sus sentimientos, reprimir el recuerdo del traumatismo e idealizar a sus agresores. Más tarde no le quedará ningún recuerdo de lo que le han hecho.

5. Estos sentimientos de cólera, de impotencia, de desesperación, de nostalgia, de angustia y de dolor, desconectados de su verdadero origen, tratan por todos los medios de expresarse a través de actos destructores, que se dirigirán contra otros (criminalidad, genocidio), o contra sí mismo (toxicomanía, alcoholismo, prostitución, trastornos psíquicos, suicidio).

6. Cuando nos hacemos padres, utilizamos a menudo a nuestros propios hijos como víctimas propiciatorias: persecución, por otra parte, totalmente legitimada por la sociedad, gozando incluso de un cierto prestigio desde el momento en que se engalana con el título de educación. El drama es que el padre o la madre maltratan a su hijo para no sentir lo que le hicieron a ellos sus propios padres. Así se asienta la raíz de la futura violencia.

7. Para que un niño maltratado no se convierta ni en un criminal, ni en un enfermo mental es necesario que encuentre, al menos una vez en su vida, a alguien que sepa pertinentemente que no es él quien está enfermo, sino las personas que lo rodean. Es únicamente de esta forma que la lucidez o ausencia de lucidez por parte de la sociedad puede ayudar a salvar la vida del niño o contribuir a destruirla. Esta es la responsabilidad de las personas que trabajan en el terreno del auxilio social, terapeutas, enseñantes, psiquiatras, médicos, funcionarios, enfermeros.

8. Hasta ahora, la sociedad ha sostenido a los adultos y acusado a las víctimas. Se ha reconfortado en su ceguera con teorías, que están perfectamente de acuerdo con aquellas de la educación de nuestros abuelos, y que ven en el niño a un ser falso, con malos instintos, mentiroso, que agrede a sus inocentes padres o los desea sexualmente. La verdad es que cada niño tiende a sentirse culpable de la crueldad de sus padres.Y como, a pesar de todo, sigue queriéndolos, los disculpa así de su responsabilidad.

9. Hace solamente unos años, se ha podido comprobar, gracias a nuevos métodos terapéuticos, que las experiencias traumatizantes de la infancia, reprimidas, están inscritas en el organismo y repercuten inconscientemente durante toda la vida de la persona. Por otra parte, los ordenadores que han grabado las reacciones del niño en el vientre de su madre, han demostrado que el bebé siente y aprende desde el principio de su vida la ternura, de la misma manera que puede aprender la crueldad.

10. Con esta manera de ver, cada comportamiento absurdo revela su lógica, hasta ahora ocultada, en el mismo instante en que las experiencias traumatizantes salen a la luz.

11. Una vez conscientes de los traumatismos de la infancia y de sus efectos podremos poner término a la perpetuación de la violencia de generación en generación.

12. Los niños, cuya integridad no ha sido dañada, que han obtenido de sus padres la protección, el respeto y la sinceridad necesaria, se convertirán en adolescentes y adultos inteligentes, sensibles, comprensivos y abiertos. Amarán la vida y no tendrán necesidad de ir en contra de los otros, ni de ellos mismos, menos aún de suicidarse. Utilizarán su fuerza únicamente para defenderse. Protegerán y respetarán naturalmente a los más débiles y por consecuencia a sus propios hijos porque habrán conocido ellos mismos la experiencia de este respeto y protección y será este recuerdo y no el de la crueldad el que estará grabado en ellos.

2008 Alice Miller