sábado, 2 de septiembre de 2017

¿Tu peque no se quiere bañar? Algunos recursos, ideas y reflexiones.



Es muy usual que alrededor de los 2 años (y en otros momentos también, claro) los niños comiencen a resistirse a la hora del baño. ¿Te pasó?

Si bien suele ser una etapa más o menos pasajera la rutina diaria puede convertirse en un martirio. En este post ensayo algunas reflexiones e ideas para lograr sortear este desafío con la mayor integridad posible (¡vamos que se puede!).

Ante todo, es importante comprender que los niños empiezan a desarrollar su autonomía a edades tempranas y parte de este proceso saludable y normal es hacer uso y abuso de la palabra mágica... ¡NO! Nos pasa a todas las familias y se sobrevive, se los aseguro. Y si logramos pasarla con menos enojos y conflictos, mucho mejor.

Habiendo aclarado esto, ¿pensaste en bañar un poco menos a tu peque? Por lo menos en Argentina existe la costumbre de bañar a los niños todos los días, lo cual es muy distinto en otros países, ¿sabías? Si la hora del baño es un problema a veces funciona espaciar los baños. No es indispensable que sea a diario, la higiene se puede lograr igual y, de hecho, hasta es mejor para la piel y el pelo. Más info acá.

El humor y el juego siempre son buenos recursos, a cualquier edad. Convertir el baño en un momento lúdico es el ABC, aunque también es una buena opción brindar alternativas: ¿querés bañarte con este muñeco o con un barquito de papel? ¿Querés bañarte antes de comer o después?

Algo fundamental que descubrí bastante antes de los temidos 2 años fue el antideslizante. Los chicos de estas edades ya tienen una gran movilidad propia y no paran de ejercerla. Es así como cambiar pañales de pie, dejarlos comer mientras van y vienen, ó darles la opción de pararse en la bañera comienzan a ser prácticas casi obligadas para convivir con un toddler. Por algo se los llaman "deambuladores"... El antideslizante es una goma con sopapas que se pega en el fondo de la bañera y minimiza las posibilidades de resbalar, se puede comprar una alfombra entera o pequeñas figuras y colocarlas una al lado de la otra. Si todavía estás usando la pequeña bañaderita de plástico y tu hijo se enoja allí dentro, ¡probá llenar la bañera grande!

Pero a veces mucha agua los asusta: una buena opción es no llenar la bañera y dejarlos jugar con la canilla abierta y varios recipientes. Esta es una edad donde el trasvasado es un hit.

Otros recursos que suelen tener gran éxito: las burbujas y la espuma. Eso sí: asegurate que el jabón que utilices para hacer espuma sea lo más natural posible y adecuado para estar en contacto con la piel.

El agua con color y las pinturas para azulejos también son bastante exitosas. Se venden pastillas y pinturas ya hechas, pero también podés hacerlas vos. Algunas ideas acá. Yo utilizo colorante vegetal comestible. Una pizca tiñe toda la bañera (pero no la piel).

¡A probar opciones! Un día, dentro de no tanto, te vas a acordar de este momento con una sonrisa, te lo aseguro. ¿Tenés más ideas? ¡Contanos!

jueves, 2 de marzo de 2017

La empatía está en las pequeñas cosas


Es tarde. Estamos llegando tardísimo a la colonia. Son las 9 y 20 y corremos. Mochila: lista. Desayuno: listo. Repelente: listo. Todo está dentro de los límites de lo predecible hasta que mi hijo de 4 años lanza una pregunta fatal: "¿Dónde está mi pokebola?". Ah, porque sin la pokebola, nada. 

Corro por toda la casa como esos videos a los que les aumentaron la velocidad. ¿Dónde está la bendita pokebola? Busco en los cajones, en la cocina, hasta en mi cartera. Nada. No aparece. Es tarde. Es todavía más tarde que antes. El padre osa sugerir otro juguete. Quienes tengan niños de estas edades saben muy bien que esa NO ES UNA OPCIÓN VIABLE BAJO NINGÚN CONCEPTO.

Estoy a punto de enojarme. ¡Es un juguete! ¿No puede llevar otro juguete? ¿No puede ir sin juguetes? Respiro. Estoy pensando como adulta, y no sirve. Respiro de nuevo. Yo sé qué es importante aunque no termino de entender bien el por qué. Sí, una bola roja de plástico puede ser de suma importancia a los 4. Casi como el color del vaso o la forma en que está cortado el borde del sándwich (¿les suena?).

Respiro por tercera vez y dejo ir el enojo. Pienso. Me acuerdo. La encuentro. Entonces salimos: Octavio, la pokebola y yo. Tarde, tardísimo.

Llegamos, me dice un "chau" sonriente y lo veo correr hacia el grupo. Varios nenes se le acercan, lo saludan y todos se sientan en ronda, intercambiando sus tesoros. Sus caras de dormidos se iluminan. Y de repente lo entiendo. La pokebola es una llave. Una forma sencilla de quebrar el hielo de la mañana. La excusa perfecta para socializar, conversar, compartir. No es un juguete. ¡Es mucho más que eso! Se me escapa una lágrima y apuro el paso.

Pensar que casi salgo sin nada, ¡cómo me hubiera equivocado! A los 4 el mundo es muy diferente que a los 34, pasa que una se olvida. Me escribo una nota mental a mí misma: la empatía está en las pequeñas cosas. Nunca sabemos cuán importante es algo para alguien. La próxima trataré de no olvidarme con tanta facilidad.