domingo, 21 de febrero de 2016

La Comunicación No Violenta aplicada a la crianza


¿Qué es la Comunicación No Violenta (CNV)? La CNV (o comunicación empática) es un modelo de psicología de la comunicación desarrollado por Marshall Rosenberg que tiene como fin lograr que las personas se comuniquen de manera clara y empática, evitando el lenguaje evaluativo que etiqueta en lugar de expresar y entender.

La CNV busca encontrar una manera de que todos los involucrados obtengan lo que es importante para ellos sin recurrir a la culpa, la humillación, la vergüenza, la coerción o las amenazas. Resulta muy útil para resolver conflictos, conectarse con los demás y vivir de una manera más consciente.

Podemos utilizar los principios de la CNV para mejorar la comunicación en cualquier ámbito de nuestras vidas, ¿por qué no tomarlos como base para generar intercambios respetuosos dentro de nuestra familia?


Quisiera destacar 3 puntos clave:
  • En la CNV las necesidades no son caprichos: se trata de identificar las necesidades y las emociones que subyacen a toda acción. Esta cuestión es fundamental como base de la crianza respetuosa y se puede aplicar a las relaciones tanto con los niños como con otros adultos. Validar las necesidades y acciones de los demás nos permite comunicarnos desde la empatía y el respeto, buscando soluciones y dejando de lado discusiones, castigos y otras formas nocivas de relacionarnos.
  • Otra clave: no tratemos de discutir con una persona enojada, sólo escuchémosla. Una vez que hayamos entendido sus sentimientos y necesidades y hayamos mostrado que lo escuchamos sin juzgar, puede que esté listo para escucharnos. Si hablamos de niños muy pequeños a veces simplemente se trata de ponernos a su altura y esperar, u ofrecer un abrazo.
  • La técnica básica es conectarse primero emocionalmente para identificar las necesidades de cada uno, luego buscar una solución. Ir directamente a la resolución del problema casi siempre deja a la persona con el sentimiento de que no fue escuchada.

Entonces, ¿cómo se aplica la CNV? Vamos a centrarnos en sus 4 pasos: observaciones, sentimientos, necesidades y peticiones. 

1. Expresá observaciones (hechos concretos). Buscá que sean verdaderas observaciones objetivas. Por ejemplo, “veo ropa tirada en tu cuarto” es un hecho observado, mientras que “tu cuarto es un chiquero” es una evaluación. Los demás no siempre concuerdan sobre las evaluaciones porque pueden valorar las cosas de manera diferente, pero los hechos concretos proporcionan un terreno común para empezar a hablar.

2. Planteá el sentimiento que este hecho te provoca. Nombrar la emoción sin juzgar te permite conectarte de manera respetuosa y cooperativa. Por ejemplo, “mañana tenés un examen y veo que andás paseando de un lado a otro de la casa (observación), ¿estás nervioso?” o “veo que son las 5 de la mañana y recién llegás a casa, esto me produce miedo". No siempre los sentimientos son fáciles de expresar con palabras, hagamos un esfuerzo de introspección.

3. Formulá la necesidad que produce ese sentimiento. Cuando nuestras necesidades son satisfechas, somos felices, y cuando no, experimentamos frustración. Si logramos identificar el sentimiento es más fácil localizar la necesidad oculta. Por ejemplo, “veo que no me mirás cuando te hablo (observación), me siento incómodo (sentimiento), necesito que me mires para poder conversar (necesidad)". 

4. Hacé una petición concreta para satisfacer esa necesidad. Pedí clara y específicamente lo que querés en este momento, en lugar de ir con rodeos o indicar solamente lo que no querés. Por ejemplo, “no dijiste nada en los últimos 10 minutos (observación), ¿estás aburrido? (sentimiento)." Si la otra persona respondiera que sí, podríamos compartir los propios sentimientos y proponer una acción concreta: “bueno, yo también estoy aburrido, ¿por qué no vamos a la plaza?". Para que la petición sea realmente un pedido (y no una orden) es necesario permitir que la otra persona diga que no y/o proponga otras opciones.

Un ejemplo completo para los cuatro pasos sería: “Veo que... Siento... porque necesito... ¿Por qué no probamos....? O para la otra persona: "Veo que... ¿Sentís que... porque necesitas...? ¿Te gustaría que yo...?

Este simple modelo de comunicación puede ser usado entre adultos y con niños desde muy temprana edad, y es especialmente útil para relacionarnos con adolescentes.

Recordemos lo importante: expresar observaciones, identificar sentimientos y necesidades, escuchar sin juzgar, proponer una solución, nunca recurrir a las amenazas, al miedo, a la coerción ni a juicios que avergüencen al otro.

¿Pensás que podrías aplicar estos principios en tu casa? ¿Ya los conocías? Si tenés dudas dejame tu comentario, escribime a criandopensamientos@gmail.com o contactame a través de Facebook.

miércoles, 17 de febrero de 2016

"Mi hijo no me hace caso": Límites, crianza y obediencia.


Un tema que, sin duda, desvela a padres y madres. Por algún motivo la obediencia infantil en el siglo XXI sigue siendo un gran imperativo y el "hacer caso" una conducta deseable y positiva.

¿Es hora de cambiar de paradigma? ¿Podemos pensar la crianza desde otro ángulo? Sobre este tema consultamos a dos psicólogas argentinas especializadas en infancia y crianza: Ivana Raschkovan y Carolina Mora.

¿Cómo abordamos el tema de los famosos "límites" con los niños?
Carolina: Los límites existen, la realidad por si misma los impone. Es imposible hacer todo lo que queremos, tanto para los niños como para los adultos, el transcurrir mismo nos va presentando distintas situaciones donde se nos impone un límite. Ahora bien, como adultos es nuestra responsabilidad durante la crianza transmitir esos límites, comunicarlos en un lenguaje accesible y acorde a la edad del niño, de forma tal que poco a poco, vayan siendo internalizados.
Ivana: Una de las consultas habituales de los padres en los encuentros de crianza con niños pequeños suele ser la comunicación de los límites. “Le digo que no lo haga, me mira y lo hace igual” es una frase recurrente que muchas veces conduce a interpretar ese comportamiento como rebeldía o desafío. ¿Es así? ¿Se trata de una verdadera desobediencia? El sentido que imprimamos a este comportamiento dependerá de cuál sea nuestra concepción de niño y como entendamos los límites. Los niños necesitan de nuestra guía y orientación para conocer el mundo, para aprender cuáles son los comportamientos socialmente aceptables y cuáles no lo son. Ningún chico nace sabiendo esto, no se trata de un conocimiento innato sino de un saber hacer que se construye a partir de la experiencia. Los padres oficiamos como portavoces de la cultura, somos un pedazo de mundo, representantes para el niño de la sociedad. Y como tales somos los encargados de transmitirles además de amor y cuidado, ciertos límites y comportamientos sociales.
¿Y cómo podemos encarar el tema de otro modo?
Si en lugar de pasivizar al niño lo integramos en este proceso como un sujeto activo en la construcción del límite, veremos que se trata de eso, de algo a construir. Si el adulto se impone por la fuerza sacando provecho de su tamaño e intentando dominar al niño mediante retos y castigos, tal vez consiga cierta obediencia pero a costa de infundir miedo y sometimiento. El niño "hace caso" (si es que lo hace) no porque haya aprendido verdaderamente sino por temor a recibir represalias. Los límites no pueden imponerse ni tampoco un chico puede adquirirlos por sí solo. La construcción de los límites consiste en un proceso interno, trabajoso y duradero, pero que paradójicamente se produce afuera del niño, en el "entre", en el encuentro intersubjetivo con los adultos de referencia. Hablar de los límites no es solamente decir que NO, es matizar, ofrecer condiciones de posibilidad, es construir un entramado espacio-temporal. 

¿Cuáles son los desafíos a la hora de construir estas normas juntos en familia?
Ivana: Creo que uno de los mayores desafíos actualmente para la construcción de los límites es el tiempo que deben pasar muchas mamás y papás fuera de su casa. Para poder favorecer este proceso, se necesita de tiempo compartido, juegos (no hay aprendizaje verdadero en la infancia que no pase necesariamente por el jugar) y por sobre todo mucha paciencia. Hace falta que un otro humano esté presente, disponible; son aprendizajes que no pueden darse frente a una pantalla. Entonces, ¿cómo se construye el límite? Jugando, practicando, insistiendo, hablando pero siempre de manera amable y empática. Basta con decirlo amablemente y repetirlo todas las veces que sea necesario, no hay razón para gritar o castigar. Para aprender algo, es inevitable repetirlo muchas veces. Ni los chicos ni los grandes aprendemos a la primera. Es condición que se repita para poder internalizarlo. Si un niño agarra algo que no debe, el error es nuestro por haberlo dejado a su alcance. Si ya lo agarró, podemos explicarle amablemente que eso no debía estar a su alcance y simplemente lo ponemos en un sitio donde el niño no pueda llegar. Seguido a esto podemos ofrecer otra cosa con la que sí pueda jugar. Desviar su atención hacia otra cosa es como decir: con esto no se puede, pero con esto sí. 
Carolina: ¿Cómo comunicar límites acompañando respetuosamente la frustración que esto provoca en el niño? Este es, en sí mismo, el más grande desafío. Frustración que por un lado, se expresa en el enojo del niño, en la rabia por no poder hacer/tener aquello que desea; por otro lado y no menos importante, la frustración que como padres/cuidadores nos genera el tener que lidiar con el enojo del niño. Como adultos tenemos que aprender a tolerar la frustración de los niños, acompañar sus enojos poniendo en palabras comprensibles y sencillas que a pesar de que la realidad impone un límite, nosotros estamos allí para quererlos y contenerlos. Devolver abrazos donde hay patadas, palabras de cariño donde surgen los gritos, ofrecer la calma donde aparece el desborde les permitirá tomar de nosotros las herramientas para en un futuro, aprender a regular sus emociones de forma autónoma y saludable.  
¿Por qué se confunde tanto la crianza respetuosa con la permisividad?
Ivana: Suele confundirse la noción de criar respetuosamente con la ausencia de límites. Yo suelo decir que es todo lo contrario. El respeto hacia el niño no es dejarlo hacer cualquier cosa, sino que de lo que se trata es del modo en que nos dirigimos a él; decir que NO es inevitable y necesario en la crianza, pero podemos hacerlo mediante gritos o enojos, o con amabilidad y paciencia.
 
Carolina: Vivimos en una sociedad aultocéntrica, donde se ha generalizado y lamentablemente naturalizado que la única forma de poner límites es castigando a los niños, ya sea con penitencias, gritos y hasta con golpes. Es alarmante la cantidad de personas que justifican la violencia como forma de enseñanza. Entonces, en este contexto, hablar de respeto hacia el niño, de hablarle amorosamente pero con firmeza, aún cuando no se esté comportando como los adultos esperamos, es interpretado como permisividad. Realmente es una idea revolucionaria la de la crianza respetuosa, entender que para ayudar al niño a calmarse primero debemos mantenernos en calma nosotros, saber que cuando queremos enseñar podemos hacerlo desde el vínculo, pasando tiempo con nuestros niños y sobre todo que mucho de lo que le enseñamos es a través de nuestras propias acciones. Si gritamos con frecuencia aprenderán a usar los gritos para comunicarse, si les castigamos físicamente o verbalmente, adoptarán esa forma de víncularse; en cambio si reciben un trato amoroso, límites claros y firmes, tiempo compartido, les estamos regalando recursos para toda la vida.

Ivana Raschkovan es Psicóloga Clínica, docente de la Facultad de Psicología (Universidad de Buenos Aires), integrante de equipo de investigación de proyecto UBACyT, Coordinadora Institucional de APRIN Psicología, Coordinadora de Crianza Infantil, psicoanalista de niños y adolescentes, coordinadora de grupos de crianza y de talleres mama-bebé. Brinda charlas a instituciones educativas y consultas de orientación a padres. 
ivana@aprinpsicologia.com.ar 
www.crianzainfantil.com
www.aprinpsicologia.com.ar

Carolina Mora es Lic. en Psicología especializada en psicología perinatal, prevención, lactancia materna, teoría del apego, neurobiología del nacimiento y crianza. También es Doula (Paramana Doula) y miembro de la Red de Psicólogas acompañando la crianza respetuosa.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Esas cosas que nadie dice sobre el puerperio inmediato

Foto: Jade Beall

Me enamoran esas fotos de partos impecables, con expresiones de emoción y sonrisas, con bebés en paz reposando sobre los pechos de sus madres. Quietud, silencio, felicidad. Hace unos días miraba una serie de fotos como esas cuando me puse a pensar en el puerperio inmediato. Ese primer mes (por ponerle una arbitraria noción temporal) donde la maternidad nos atraviesa, como diría Cortázar, como "un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio". Porque esos días podrán estar teñidos con el amor más profundo y, muchas veces, por una inexplicable sensación de omnipotencia, pero ¿dónde están las fotos que visibilizan esas horas eternas?

¿Dónde y cómo aprendemos sobre sueño a deshoras, ojeras tatuadas, cuerpos cansados? ¿Por qué no nos cuentan que dar la teta puede significar horas y horas de un bebé prendido y que eso es bueno y sano y esperable y absolutamente normal?

El puerperio inmediato puede ser atemorizante, doloroso, agridulce. Puede incluir lágrimas de amor pero también de frustración y miedo. Son días de recuperación, de sanar heridas (y no sólo las tangibles), de sábanas pegoteadas de leche, de dolores, de tiempos extraños sin principio ni fin.

Esos primeros días, les aseguro, no son como ninguna foto. Son momentos para conocerse, ordenarse, aprender, descansar, reponerse, amar, reconstruir y crecer. 

Nadie puede contar exactamente cómo es el puerperio inmediato, porque es un camino propio que cada mujer transita. Y creo que proteger esos primeros días en cada familia que acaba de celebrar un nacimiento debería ser una prioridad. Ya habrá innumerables ocasiones para visitas, saludos, regalos y eventos sociales. ¿No les parece?