¿Qué es la Comunicación No Violenta (CNV)? La CNV (o comunicación empática) es un modelo de psicología de la comunicación desarrollado por Marshall Rosenberg que tiene como fin lograr que las personas se comuniquen de manera clara y empática, evitando el lenguaje evaluativo que etiqueta en lugar de expresar y entender.
La CNV busca encontrar una manera de que todos los involucrados obtengan lo que es importante para ellos sin recurrir a la culpa, la humillación, la vergüenza, la coerción o las amenazas. Resulta muy útil para resolver conflictos, conectarse con los demás y vivir de una manera más consciente.
Podemos utilizar los principios de la CNV para mejorar la comunicación en cualquier ámbito de nuestras vidas, ¿por qué no tomarlos como base para generar intercambios respetuosos dentro de nuestra familia?
Quisiera destacar 3 puntos clave:
- En la CNV las necesidades no son caprichos: se trata de identificar las necesidades y las emociones que subyacen a toda acción. Esta cuestión es fundamental como base de la crianza respetuosa y se puede aplicar a las relaciones tanto con los niños como con otros adultos. Validar las necesidades y acciones de los demás nos permite comunicarnos desde la empatía y el respeto, buscando soluciones y dejando de lado discusiones, castigos y otras formas nocivas de relacionarnos.
- Otra clave: no tratemos de discutir con una persona enojada, sólo escuchémosla. Una vez que hayamos entendido sus sentimientos y necesidades y hayamos mostrado que lo escuchamos sin juzgar, puede que esté listo para escucharnos. Si hablamos de niños muy pequeños a veces simplemente se trata de ponernos a su altura y esperar, u ofrecer un abrazo.
- La técnica básica es conectarse primero emocionalmente para identificar las necesidades de cada uno, luego buscar una solución. Ir directamente a la resolución del problema casi siempre deja a la persona con el sentimiento de que no fue escuchada.
Entonces, ¿cómo se aplica la CNV? Vamos a centrarnos en sus 4 pasos: observaciones, sentimientos, necesidades y peticiones.
1. Expresá observaciones (hechos concretos). Buscá que sean verdaderas observaciones objetivas. Por ejemplo, “veo ropa tirada en tu cuarto” es un hecho observado, mientras que “tu cuarto es un chiquero” es una evaluación. Los demás no siempre concuerdan sobre las evaluaciones porque pueden valorar las cosas de manera diferente, pero los hechos concretos proporcionan un terreno común para empezar a hablar.
2. Planteá el sentimiento que este hecho te provoca. Nombrar la emoción sin juzgar te permite conectarte de manera respetuosa y cooperativa. Por ejemplo, “mañana tenés un examen y veo que andás paseando de un lado a otro de la casa (observación), ¿estás nervioso?” o “veo que son las 5 de la mañana y recién llegás a casa, esto me produce miedo". No siempre los sentimientos son fáciles de expresar con palabras, hagamos un esfuerzo de introspección.
3. Formulá la necesidad que produce ese sentimiento. Cuando nuestras necesidades son satisfechas, somos felices, y cuando no, experimentamos frustración. Si logramos identificar el sentimiento es más fácil localizar la necesidad oculta. Por ejemplo, “veo que no me mirás cuando te hablo (observación), me siento incómodo (sentimiento), necesito que me mires para poder conversar (necesidad)".
4. Hacé una petición concreta para satisfacer esa necesidad. Pedí clara y específicamente lo que querés en este momento, en lugar de ir con rodeos o indicar solamente lo que no querés. Por ejemplo, “no dijiste nada en los últimos 10 minutos (observación), ¿estás aburrido? (sentimiento)." Si la otra persona respondiera que sí, podríamos compartir los propios sentimientos y proponer una acción concreta: “bueno, yo también estoy aburrido, ¿por qué no vamos a la plaza?". Para que la petición sea realmente un pedido (y no una orden) es necesario permitir que la otra persona diga que no y/o proponga otras opciones.
Un ejemplo completo para los cuatro pasos sería: “Veo que... Siento... porque necesito... ¿Por qué no probamos....? O para la otra persona: "Veo que... ¿Sentís que... porque necesitas...? ¿Te gustaría que yo...?
Este simple modelo de comunicación puede ser usado entre adultos y con niños desde muy temprana edad, y es especialmente útil para relacionarnos con adolescentes.
Recordemos lo importante: expresar observaciones, identificar sentimientos y necesidades, escuchar sin juzgar, proponer una solución, nunca recurrir a las amenazas, al miedo, a la coerción ni a juicios que avergüencen al otro.
¿Pensás que podrías aplicar estos principios en tu casa? ¿Ya los conocías? Si tenés dudas dejame tu comentario, escribime a criandopensamientos@gmail.com o contactame a través de Facebook.
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