miércoles, 10 de agosto de 2016

¿Cómo nos comunicamos con los chicos? 4 claves para hacerlo mejor


Hace un tiempo que me inquieta el modo en que nos comunicamos familiarmente, en especial con los más chicos. Es bastante común agotar el recurso del grito al primer conflicto (me incluyo) y es algo que quisiera desterrar para siempre del repertorio cotidiano.

Estoy convencida de que la paz comienza en casa aunque tantas veces sea difícil mantener el centro; y sé que esto le pasa a la mayoría de los padres y madres.

Este post es una forma de reafirmar mi apuesta a comunicarnos de manera empática. Lograrlo depende, muchas veces, de desaprender viejas costumbres y redefinir nuestro rol en el día a día.

¿Cómo nos comunicamos mejor?

La comunicación es compleja. No sólo se basa en lo que decimos sino en cómo lo decimos, en el contexto y en tantas otras variables. Hoy propongo prestar atención a, al menos, estos 4 grandes aspectos:

1. Las palabras: El más obvio de los elementos a la hora de comunicarnos. Las palabras que elegimos la mayor parte del tiempo construyen nuestras relaciones y pueden cambiar por completo nuestra manera de vincularnos. ¿Estamos eligiendo las palabras adecuadas a la edad de nuestro interlocutor? ¿Necesita él o ella un sermón o más bien sólo una palabra de aliento, un mimo o ser escuchado? Los chicos nos escuchan con más facilidad cuando elegimos palabras simples y no abusamos de ellas. Acá, casi siempre, aplica la regla que indica "menos es más".

2. El tono de voz: ¿Cuántas veces nos enojamos con otro adulto porque dijo algo con soberbia o en forma de burla? La comunicación trasciende las simples palabras y el tono que las acompaña puede cambiar su sentido por completo. Lo podemos hacer sin darnos cuenta, pero un tono de voz incorrecto puede herir sentimientos, provocar ira y muchos otros efectos indeseados.

3. El lenguaje corporal: ¡Qué difícil ser conscientes del lenguaje corporal todo el tiempo! El lenguaje no verbal incluye la distancia, los gestos, la postura corporal, la mirada y tantos detalles como querramos buscar. Cuando hablamos de niños siempre es bueno recordar lo básico: ponernos a su altura y hacer una escucha activa (mirándolos a los ojos, sin distracciones, con disposición). Hoy día los celulares y demás dispositivos electrónicos se roban nuestra atención, tratemos de minimizar su impacto.

4. El volumen: Y, a lo último, lo más complicado. Parecería que la parentalidad viene asociada al grito. ¿No les parece? Desde un llamado, hasta un pedido y (claro) un reto... Los gritos se adueñan de nuestras casas y crean un clima de tensión innecesario. ¿Y si elegimos cambiarlo? Mantener un volumen de conversación no tan elevado sería el primer paso. También hablar con tranquilidad y sentarnos a conversar amigablemente aún cuando estemos enojados.

Como solemos decir en nuestros talleres de crianza: "Nadie puede dar lo que no tiene". La buena comunicación comienza con un adulto regulado emocional y físicamente. Esto no siempre es posible. El cansancio y el ritmo de vida suelen ser nuestros grandes enemigos. Si sentimos que nos sobrepasa podemos buscar aliados: pedir ayuda, hacer catarsis con amigos y hasta consultar a un terapeuta de familias. Yo creo que vale la pena. ¿Y ustedes?

2 comentarios:

  1. Leerte me ayuda. Y no para dirigirme a niños porque ya no los tengo en casa, sino para "mi niña interior", para mimarla, acogerla, y tratar a los adultos de mi entorno con esta consideración. La violencia es parte de nuestro día a día, desde que te subes a un transporte público, o al volante; hasta cuando enciendes el televisor.

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    1. Qué lindo tu comentario, me emociona! Un mundo mejor es posible, y empieza por nosotros mismos.

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