NS: Hola Álvaro, muchas gracias por tu tiempo. Estuve en tu charla sobre manejo respetuoso del estrés en la infancia el mes pasado en Buenos Aires y me pareció excelente. En ella mencionabas que el apego seguro tiene que ver con la conexión emocional y que en momentos de estrés es fundamental cuál sea nuestra reacción como padres. ¿Podríamos decir que es más importante demostrar amor incondicional en esos momentos tan difíciles e intensos para los niños que durante un día convencional sin sobresaltos?
AP: Sí, podemos decirlo sin ningún problema. El tema es que entre el decirlo y el que sea posible de hacer hay una historia de vida de por medio. Efectivamente, en los momentos de mayor estrés el amor incondicional es lo más beneficioso para el cerebro y para la salud mental. Pero si los papás no pueden brindar ese amor incondicional es porque también hay elementos que no se han todavía terminado de desarrollar, madurar, crecer. Pasa por la salud mental del ser humano. Entonces, yo como ser humano debo tener cierto nivel de madurez para entregar amor incondicional en los momentos difíciles a un otro y ese es el problema. Porque ya sabemos lo que habría que hacer, ya sabemos cómo habría que enfrentarlo, ¿pero por qué los papás no pueden hacerlo? Eso es un poco lo que nos rompe la cabeza a los psicólogos y a quienes están investigando estos temas. ¿Cómo facilitar a los papás que no están pudiendo hacerlo hoy día que mañana lo puedan hacer? Todas las intervenciones y todos los modelos actuales están tratando de estimular esta habilidad empática, esta capacidad afectiva de sintonizar con los niños y poder brindarles una sensación de seguridad.
NS: Uno de nuestros grandes desafíos como adultos es ejercitar la paciencia, lo cual en este mundo no es nada sencillo. ¿Tenés algún consejo?
AP: La pregunta en general me aleja del tema que creo que debe ser. La paciencia y el amor incondicional como conceptos están absolutamente aceptados. Ahora, transformar esto en algo más concreto es lo difícil, porque lo que la gente interpreta por esto es muy distinto. La paciencia es necesaria, pero hay familias a las que les cuesta la paciencia por temas personales. Lo que entendemos por un papá paciente o no paciente va a depender mucho de lo que cada uno piensa que es ser paciente. Estas dos cuestiones nos arrojan a esta pregunta: ¿cómo podemos nosotros sanar nuestra historia? Es la historia del adulto la que impide poder brindar a los niños lo que necesitan. Y esa historia es muy variada. Podemos tener papás que necesitan un trabajo terapéutico profundo, otros que necesitan un acompañamiento y otros que no necesitan nada y lo hacen súper bien. Los mensajes para todo tipo de papás no existen porque son muy diferentes los papás que hay. Y a los papás a quienes les cuesta más y que sienten que tienen menos paciencia son los que tienen que pedir ayuda. Existen estrategias, fórmulas, caminos que son beneficiosos para la salud mental.
NS: Tiene que ver más con ser conscientes y auto-reflexivos y darnos cuenta cuándo debemos pedir ayuda.
AP: Sí. El manual de la infancia está en el rostro de los niños: el rostro de los niños genera emociones en el adulto y esa es la brújula para entender cuál es el camino. En general los buenos profesionales ayudan a leer a los propios niños, no a los del libro o a los de la teoría, sino a los propios niños de esa casa, de esa familia. Porque ellos tienen códigos faciales, emotivos, comportamentales, actitudinales. Todo el tiempo los niños están diciendo cómo se sienten, si se sienten seguros o no seguros y para los psicólogos que trabajamos en esto puede volverse cada vez más fácil ir leyendo cómo nos está diciendo el niño que lo ayudemos. Son ellos los que nos marcan el ritmo que estuvo descompasado en el proceso de interacción temprana, hay algo en la vinculación de los primeros años de vida que cuando el ritmo no está sincrónico empieza a ser un malestar. La seguridad es la sensación que buscamos tempranamente y que nos ilumina la salud mental. Tenemos que ayudar a los papás a brindar esa seguridad.
Entonces, el amor incondicional y la paciencia son caminos que permiten dar seguridad al niño, pero no son lo único. Tampoco es la zanahoria que tenemos que perseguir. Lo que tenemos que encontrar es la respuesta del niño. De tu hijo, de tu hija. Esa respuesta es la clave.
AP: Sí. El manual de la infancia está en el rostro de los niños: el rostro de los niños genera emociones en el adulto y esa es la brújula para entender cuál es el camino. En general los buenos profesionales ayudan a leer a los propios niños, no a los del libro o a los de la teoría, sino a los propios niños de esa casa, de esa familia. Porque ellos tienen códigos faciales, emotivos, comportamentales, actitudinales. Todo el tiempo los niños están diciendo cómo se sienten, si se sienten seguros o no seguros y para los psicólogos que trabajamos en esto puede volverse cada vez más fácil ir leyendo cómo nos está diciendo el niño que lo ayudemos. Son ellos los que nos marcan el ritmo que estuvo descompasado en el proceso de interacción temprana, hay algo en la vinculación de los primeros años de vida que cuando el ritmo no está sincrónico empieza a ser un malestar. La seguridad es la sensación que buscamos tempranamente y que nos ilumina la salud mental. Tenemos que ayudar a los papás a brindar esa seguridad.
Entonces, el amor incondicional y la paciencia son caminos que permiten dar seguridad al niño, pero no son lo único. Tampoco es la zanahoria que tenemos que perseguir. Lo que tenemos que encontrar es la respuesta del niño. De tu hijo, de tu hija. Esa respuesta es la clave.
NS: Qué interesante. A veces nos perdemos en querer buscar fórmulas o consejos. Acá tenemos que volver al individuo. Cada niño es un individuo único y tiene que ver con estar conectados.
AP: Sí. Todos los niños tienen un aspecto comunicacional que es más o menos similar. Sus emociones, sus expresiones faciales, sus tonos de voz comunican cosas que son transculturales. Las emociones básicas son transculturales y previas al lenguaje. Entonces desde ese idioma que los niños vienen preparados para poder transmitir es que el adulto tiene que sintonizarse. Sintonizarse con la similitud que tienen los bebés al expresarse pero, al mismo tiempo, con la diferencia que tiene el mío de hacerlo.
NS: Siguiendo con la idea de estar autorregulados como adultos y de pedir ayuda, ¿qué pasa en el caso de los hogares monoparentales donde un solo adulto debe hacerse cargo de todo lo referente al niño? ¿Debemos volver a la tribu?
AP: Por supuesto, debemos recurrir a buscar ayuda. Es muy difícil porque nuestra estructura social, el macrosistema operativo, está generando un enajenamiento de la crianza. Entonces ahora la crianza es como un proceso que tiene que ocurrir y que está todo lleno de pasos en los cuales los papás están cada vez menos presentes y está tercerizándose la educación. Eso es un fenómeno relativamente nuevo que va a tener impactos altísimos que tienen que ver en la cualidad de la sincronía emocional que logran los seres humanos en el curso de su vida. Y es algo fundamental para el establecimiento de los lazos afectivos a largo plazo. Lo que nosotros tenemos que impulsar es al empoderamiento de los progenitores (ambos). Que tomen su lugar político y ético que implica traer un niño al mundo: es una responsabilidad tremenda. Cuando nosotros tomamos la dimensión de la responsabilidad nos damos cuenta de la imposibilidad de hacer frente a tamaña tarea solos. Es imposible. Entonces, desde ese lugar reflexivo es desde donde nos vemos interpelados a buscar ayuda. Es una posición de humildad que necesitamos que los papás sostengan. Porque es inviable que un papá soltero o una mamá soltera puedan darle a un niño lo que el niño necesita. El niño necesita mucho más que solamente un ser humano que está altamente estresado; porque lo que viene de la mano cuando un adulto solo intenta hacer todo eso es que el estrés alcanza su máximo. Y hoy sabemos (y tenemos la explicación científica) que la respuesta sensible se encuentra en su peor momento cuando el estrés está más alto. Entonces esa dupla científicamente es absolutamente inviable para poder pronosticar salud mental a un país, a un pueblo.
Necesitamos revertir este tipo de cosas y estamos lejos todavía de que los organismos institucionales, gubernamentales, puedan reaccionar y facilitar que la crianza sea un derecho. Que los papás puedan ejercer la crianza en la casa. Cuando no está la pareja es importante que establezcan otros lazos, que puede ser con grupos de amigos. Es importante que los niños participen en comunidades. Tenemos que aprender a vivir en grupos porque nosotros somos una especie que evolucionó en grupos. Lo que hoy día está ocurriendo es un enajenamiento de la evolución y eso lo tenemos que detener de alguna manera.
NS: Yo veo tu trabajo asesorando a diferentes gobiernos en temas relativos a primera infancia y lo tomo como una esperanza de cambio. ¿Creés que hacia allí vamos?
AP: Nosotros nos estamos aprovechando de todos los frutos que tiene el mundo académico anglosajón y que lleva 25 años influyendo a las políticas de Inglaterra, Holanda, algunos estados de Estados Unidos, Canadá, Suiza, Italia. Entonces, son países que ya han cambiado la forma de trabajar y eso es lo que estamos impulsando. Hay muchos académicos que están tratando de orientar estos descubrimientos científicos a un impacto político y ha dado bastantes resultados. No olvidemos al premio Nobel de economía, Heckman, que un poco logra distinguir el retorno que tiene el dinero cuando las intervenciones se hacen tempranamente. Esto fue un cálculo matemático precioso que muestra cómo se está perdiendo la comprensión de lo muy importante que es invertir en primera infancia y que los 3 primeros años son sagrados. Hay que invertir en ellos porque esa es la materia prima del país en términos de creatividad, innovación. Cuando apostamos a primera infancia generamos que después esos niños se transformen en un semillero de artistas, de creación. Lo que nos distingue como ser humano: que tenemos la capacidad de repensarnos y construir de la nada. Hacer cosas nuevas. Y eso se estimula cuando potenciamos esa primera infancia.
NS: Otro tema que considero clave y que vos trataste es la verdad en la infancia. Yo considero que acceder siempre a la verdad es un derecho del niño. ¿Qué pasa con los personajes de fantasía como Papá Noel (Viejito Pascuero en Chile)?
AP: Un poco resumiendo, yo todavía no logro que nadie me demuestre que no existe. Es inviable que puedas demostrar que no existe y tampoco podemos demostrar que existe (risas). Yo lo que les digo a los papás es que lo que no puede ocurrir es que su hijo en algún grado empiece a defender de manera vehemente la existencia de estos personajes con sus compañeros en donde el grupo ya entendió que esto fue parte de una ilusión infantil. Esa situación sería la que tendríamos que evitar. Todo tiene un tiempo. Yo creo que en la medida en que los niños creen en esto no somos quienes para romper eso. No podemos decir que existan pero tampoco podemos decir que no existan. Preguntémosle a ellos: ¿qué crees tu? De ahí nosotros nos quedamos con esa realidad que el niño tiene. Tampoco yo le voy a decir que esto es así, yo le voy a decir que no lo sé. Porque no lo sé.
Yo tengo una creencia pero, ¿por qué voy a empañar el desarrollo social de mi hijo con mi creencia? Esto yo lo extiendo a las creencias en general. Las religiosas también. Hay un espacio donde tenemos que dejar libertad para el cuestionamiento del ser humano con respecto a su existencia en el mundo, a su ser en el tiempo. Eso tenemos que dejárselo para que él pueda reflexionar y llegar a sus propias conclusiones. Dar el espacio al otro para que pueda tomar decisiones también, frente a la duda de que nadie sabe realmente todo. En ese espacio podemos tener también diferencias de opinión y es válido y es razonable también enseñar desde temprano a poder lidiar con eso, con otros. Que podamos pensar distinto, creer distinto, y no matarnos. Convivir. Estar en un curso y que haya 7 que creen en el Viejito Pascuero y 7 que n, y nadie se murió. Eso también se educa, se enseña. Si lo vemos un poco más profundamente podemos ver temas mucho más profundos que tienen hoy día al mundo en guerra. Entonces nosotros podríamos también generar esa duda de que nadie te puede decir que no existe y que nadie te puede decir que existe.
NS: Mucho más rico intelectualmente, también, y se podría incluso aplicar a cuando los padres tienen diferencias de opinión. Muchas veces se dice que los padres deben actuar como un bloque con una idea en común y, en realidad, cuando hay divergencia de opiniones sería interesante poder plantearlo en familia. Que el niño sepa desde temprano que eso puede pasar y es parte del respeto saber convivir con la diferencia.
AP: Genial, Noe. Justamente eso. Más que nosotros decir cuál es la respuesta correcta es generar esta hermenéutica, este proceso dialéctico conversacional que genera otras respuestas y otras preguntas que no teníamos planteadas cuando empezamos. Eso va activando un poco la reflexividad, la capacidad de ponerse en el lugar de los demás, de poder mirar las cosas desde muchos ángulos. Eso es una forma de conversar. Más que responder preguntas tenemos que entender cómo dialogar. ¿Qué crees tu? Eso se lo planteamos ahora y después, para toda la vida. Puede pasar que nos pregunte qué creemos nosotros. Ahí es importante hacer la distinción. "Mira, yo no sé lo que es, yo lo que creo es... o "Lo que puede ser es esto". Pero poner esa diferencia. Eso es muy importante en las familias porque a veces el discurso oficial de la familia puede ser muy cercenante. Como esa camilla que te corta las piernas si no cabes. Hay discursos que son como una guillotina que no deja que la diferencia se exprese y los niños en esos contextos presentan síntomas, sufren y están pasándola pésimo. Aprovechemos a comprender que la libertad de expresión parte de poder preguntarle a ellos lo que creen y lo que piensan.
NS: Además dar lugar a la diferencia va a permitirles poder manejarse fuera del ámbito familiar y tener otra forma de vincularse. Y qué diferente es tratar de este modo a una figura de fantasía a cuando les porfiamos que existe de una forma muy realista y luego viene la decepción, que es muy grande.
AP: Cuando tenemos verdades absolutas su rompimiento siempre es doloroso.
NS: ¿Que pasa si una familia de pronto se da cuenta de que elige formas en la crianza que son autoritarias o no son beneficiosas? ¿Podemos cambiar la estrategia de crianza de un día para otro? Muchas veces los padres me dicen que con un nuevo hijo descubren cosas que no sabían con los anteriores y no saben bien cómo revertir esa situación.
AP: Esta respuesta va a depender del nivel de salud mental que tenga esa familia. Estamos en distintos escenarios. Si una familia está en el más bajo, donde está la patología más alta, yo creo que no podría por sí sola. Mi experiencia me ha dicho que cuando la familia tiene un nivel de estrés muy grande necesitan apoyo y no solamente de un psicólogo, muchas veces necesitan equipos de salud que puedan abordar esos procesos. Entonces, en el lugar más complejo necesitamos apoyo de equipos e intervenciones más macro. Ya cuando los niveles de estrés son menores sí ayuda la intervención de un psicólogo o de un asistente social o de un fonoaudiólogo, es decir, la intervención de un profesional ya genera un cierto equilibrio. Si estamos en un nivel un poco más alto y los papás son un poco más reflexivos ayuda que la gente empiece a mirar las cosas desde otra perspectiva.
Están los papás que hicieron caso a malas instrucciones. Muchos papás que hicieron cosas y se sentían mal al hacerlas, no las querían hacer, pero les dijeron que las hicieran. Las hicieron y funcionó, entonces como funcionó en ese momento después lo siguieron haciendo. Esos papás tienen muchas probabilidades de poder cambiar rápidamente cuando alguien les dice la actualización y les explica un poco de neurociencias, les explica lo que pasa en el cerebro, el cortisol. Esos papás tienen un tiempo pequeño para poder revertir y solucionar. El problema está entre estos papás que están muy graves y los otros papás que hacen cosas que no controlan. Es decir, control de impulsos: pegan, gritan, encierran, castigan y después se arrepienten. Esos papás necesitan apoyo ellos. Ahí también es la autoconsciencia de reconocerlo. ¿Necesito mucha ayuda o un poco de ayuda? Necesitamos que la gente pueda hacer ese pequeño insight.
Lo que tu haces con tus hijos después será lo que ellos hagan con tus nietos. Hay veces que estamos regalando estrategias que son de pésima calidad y los niños están aprendiendo eso y después lo van a repetir. Primero con sus compañeritos en el colegio, después en sus relaciones de pareja y después con sus propios hijos. Es una condena. Lo que nosotros proponemos es que los papás crezcan, maduren, aprendan, se formen, reflexionen para poder darles mejores estrategias a sus hijos.
NS: Qué bueno pensarlo como una cadena y apostar al mediano y largo plazo. Tantas veces las estrategias de crianza buscan lo inmediato, que mi hijo me obedezca hoy. Antes de terminar la entrevista y despedirnos, ¿te gustaría decir algo más?
AP: Esta cadena también viene de atrás. Que la gente pueda pensar en la historia de su madre, su abuela, su bisabuela, de dónde viene. ¿De dónde vienen los maltratos? Cuando empecemos a entender lo precaria que era la crianza hace un par de generaciones podremos relacionar también por qué nuestros padres hicieron las cosas que hicieron. No sabían, no tenían idea. Eso quería retomar.
Muchísimas gracias por tu tiempo Álvaro, siempre es un placer charlar con vos.
Álvaro Pallamares (Chile) es Psicólogo Clínico (UCEN), diplomado en Apego y Psicopatología (UDD), Director de la Fundación América por la Infancia y Director del Centro de Intervención Temprana (CIT) con sedes en Chile, México y Argentina. Contacto: Blog. Facebook.
AP: Sí. Todos los niños tienen un aspecto comunicacional que es más o menos similar. Sus emociones, sus expresiones faciales, sus tonos de voz comunican cosas que son transculturales. Las emociones básicas son transculturales y previas al lenguaje. Entonces desde ese idioma que los niños vienen preparados para poder transmitir es que el adulto tiene que sintonizarse. Sintonizarse con la similitud que tienen los bebés al expresarse pero, al mismo tiempo, con la diferencia que tiene el mío de hacerlo.
NS: Siguiendo con la idea de estar autorregulados como adultos y de pedir ayuda, ¿qué pasa en el caso de los hogares monoparentales donde un solo adulto debe hacerse cargo de todo lo referente al niño? ¿Debemos volver a la tribu?
AP: Por supuesto, debemos recurrir a buscar ayuda. Es muy difícil porque nuestra estructura social, el macrosistema operativo, está generando un enajenamiento de la crianza. Entonces ahora la crianza es como un proceso que tiene que ocurrir y que está todo lleno de pasos en los cuales los papás están cada vez menos presentes y está tercerizándose la educación. Eso es un fenómeno relativamente nuevo que va a tener impactos altísimos que tienen que ver en la cualidad de la sincronía emocional que logran los seres humanos en el curso de su vida. Y es algo fundamental para el establecimiento de los lazos afectivos a largo plazo. Lo que nosotros tenemos que impulsar es al empoderamiento de los progenitores (ambos). Que tomen su lugar político y ético que implica traer un niño al mundo: es una responsabilidad tremenda. Cuando nosotros tomamos la dimensión de la responsabilidad nos damos cuenta de la imposibilidad de hacer frente a tamaña tarea solos. Es imposible. Entonces, desde ese lugar reflexivo es desde donde nos vemos interpelados a buscar ayuda. Es una posición de humildad que necesitamos que los papás sostengan. Porque es inviable que un papá soltero o una mamá soltera puedan darle a un niño lo que el niño necesita. El niño necesita mucho más que solamente un ser humano que está altamente estresado; porque lo que viene de la mano cuando un adulto solo intenta hacer todo eso es que el estrés alcanza su máximo. Y hoy sabemos (y tenemos la explicación científica) que la respuesta sensible se encuentra en su peor momento cuando el estrés está más alto. Entonces esa dupla científicamente es absolutamente inviable para poder pronosticar salud mental a un país, a un pueblo.
Necesitamos revertir este tipo de cosas y estamos lejos todavía de que los organismos institucionales, gubernamentales, puedan reaccionar y facilitar que la crianza sea un derecho. Que los papás puedan ejercer la crianza en la casa. Cuando no está la pareja es importante que establezcan otros lazos, que puede ser con grupos de amigos. Es importante que los niños participen en comunidades. Tenemos que aprender a vivir en grupos porque nosotros somos una especie que evolucionó en grupos. Lo que hoy día está ocurriendo es un enajenamiento de la evolución y eso lo tenemos que detener de alguna manera.
NS: Yo veo tu trabajo asesorando a diferentes gobiernos en temas relativos a primera infancia y lo tomo como una esperanza de cambio. ¿Creés que hacia allí vamos?
AP: Nosotros nos estamos aprovechando de todos los frutos que tiene el mundo académico anglosajón y que lleva 25 años influyendo a las políticas de Inglaterra, Holanda, algunos estados de Estados Unidos, Canadá, Suiza, Italia. Entonces, son países que ya han cambiado la forma de trabajar y eso es lo que estamos impulsando. Hay muchos académicos que están tratando de orientar estos descubrimientos científicos a un impacto político y ha dado bastantes resultados. No olvidemos al premio Nobel de economía, Heckman, que un poco logra distinguir el retorno que tiene el dinero cuando las intervenciones se hacen tempranamente. Esto fue un cálculo matemático precioso que muestra cómo se está perdiendo la comprensión de lo muy importante que es invertir en primera infancia y que los 3 primeros años son sagrados. Hay que invertir en ellos porque esa es la materia prima del país en términos de creatividad, innovación. Cuando apostamos a primera infancia generamos que después esos niños se transformen en un semillero de artistas, de creación. Lo que nos distingue como ser humano: que tenemos la capacidad de repensarnos y construir de la nada. Hacer cosas nuevas. Y eso se estimula cuando potenciamos esa primera infancia.
NS: Otro tema que considero clave y que vos trataste es la verdad en la infancia. Yo considero que acceder siempre a la verdad es un derecho del niño. ¿Qué pasa con los personajes de fantasía como Papá Noel (Viejito Pascuero en Chile)?
AP: Un poco resumiendo, yo todavía no logro que nadie me demuestre que no existe. Es inviable que puedas demostrar que no existe y tampoco podemos demostrar que existe (risas). Yo lo que les digo a los papás es que lo que no puede ocurrir es que su hijo en algún grado empiece a defender de manera vehemente la existencia de estos personajes con sus compañeros en donde el grupo ya entendió que esto fue parte de una ilusión infantil. Esa situación sería la que tendríamos que evitar. Todo tiene un tiempo. Yo creo que en la medida en que los niños creen en esto no somos quienes para romper eso. No podemos decir que existan pero tampoco podemos decir que no existan. Preguntémosle a ellos: ¿qué crees tu? De ahí nosotros nos quedamos con esa realidad que el niño tiene. Tampoco yo le voy a decir que esto es así, yo le voy a decir que no lo sé. Porque no lo sé.
Yo tengo una creencia pero, ¿por qué voy a empañar el desarrollo social de mi hijo con mi creencia? Esto yo lo extiendo a las creencias en general. Las religiosas también. Hay un espacio donde tenemos que dejar libertad para el cuestionamiento del ser humano con respecto a su existencia en el mundo, a su ser en el tiempo. Eso tenemos que dejárselo para que él pueda reflexionar y llegar a sus propias conclusiones. Dar el espacio al otro para que pueda tomar decisiones también, frente a la duda de que nadie sabe realmente todo. En ese espacio podemos tener también diferencias de opinión y es válido y es razonable también enseñar desde temprano a poder lidiar con eso, con otros. Que podamos pensar distinto, creer distinto, y no matarnos. Convivir. Estar en un curso y que haya 7 que creen en el Viejito Pascuero y 7 que n, y nadie se murió. Eso también se educa, se enseña. Si lo vemos un poco más profundamente podemos ver temas mucho más profundos que tienen hoy día al mundo en guerra. Entonces nosotros podríamos también generar esa duda de que nadie te puede decir que no existe y que nadie te puede decir que existe.
NS: Mucho más rico intelectualmente, también, y se podría incluso aplicar a cuando los padres tienen diferencias de opinión. Muchas veces se dice que los padres deben actuar como un bloque con una idea en común y, en realidad, cuando hay divergencia de opiniones sería interesante poder plantearlo en familia. Que el niño sepa desde temprano que eso puede pasar y es parte del respeto saber convivir con la diferencia.
AP: Genial, Noe. Justamente eso. Más que nosotros decir cuál es la respuesta correcta es generar esta hermenéutica, este proceso dialéctico conversacional que genera otras respuestas y otras preguntas que no teníamos planteadas cuando empezamos. Eso va activando un poco la reflexividad, la capacidad de ponerse en el lugar de los demás, de poder mirar las cosas desde muchos ángulos. Eso es una forma de conversar. Más que responder preguntas tenemos que entender cómo dialogar. ¿Qué crees tu? Eso se lo planteamos ahora y después, para toda la vida. Puede pasar que nos pregunte qué creemos nosotros. Ahí es importante hacer la distinción. "Mira, yo no sé lo que es, yo lo que creo es... o "Lo que puede ser es esto". Pero poner esa diferencia. Eso es muy importante en las familias porque a veces el discurso oficial de la familia puede ser muy cercenante. Como esa camilla que te corta las piernas si no cabes. Hay discursos que son como una guillotina que no deja que la diferencia se exprese y los niños en esos contextos presentan síntomas, sufren y están pasándola pésimo. Aprovechemos a comprender que la libertad de expresión parte de poder preguntarle a ellos lo que creen y lo que piensan.
NS: Además dar lugar a la diferencia va a permitirles poder manejarse fuera del ámbito familiar y tener otra forma de vincularse. Y qué diferente es tratar de este modo a una figura de fantasía a cuando les porfiamos que existe de una forma muy realista y luego viene la decepción, que es muy grande.
AP: Cuando tenemos verdades absolutas su rompimiento siempre es doloroso.
NS: ¿Que pasa si una familia de pronto se da cuenta de que elige formas en la crianza que son autoritarias o no son beneficiosas? ¿Podemos cambiar la estrategia de crianza de un día para otro? Muchas veces los padres me dicen que con un nuevo hijo descubren cosas que no sabían con los anteriores y no saben bien cómo revertir esa situación.
AP: Esta respuesta va a depender del nivel de salud mental que tenga esa familia. Estamos en distintos escenarios. Si una familia está en el más bajo, donde está la patología más alta, yo creo que no podría por sí sola. Mi experiencia me ha dicho que cuando la familia tiene un nivel de estrés muy grande necesitan apoyo y no solamente de un psicólogo, muchas veces necesitan equipos de salud que puedan abordar esos procesos. Entonces, en el lugar más complejo necesitamos apoyo de equipos e intervenciones más macro. Ya cuando los niveles de estrés son menores sí ayuda la intervención de un psicólogo o de un asistente social o de un fonoaudiólogo, es decir, la intervención de un profesional ya genera un cierto equilibrio. Si estamos en un nivel un poco más alto y los papás son un poco más reflexivos ayuda que la gente empiece a mirar las cosas desde otra perspectiva.
Están los papás que hicieron caso a malas instrucciones. Muchos papás que hicieron cosas y se sentían mal al hacerlas, no las querían hacer, pero les dijeron que las hicieran. Las hicieron y funcionó, entonces como funcionó en ese momento después lo siguieron haciendo. Esos papás tienen muchas probabilidades de poder cambiar rápidamente cuando alguien les dice la actualización y les explica un poco de neurociencias, les explica lo que pasa en el cerebro, el cortisol. Esos papás tienen un tiempo pequeño para poder revertir y solucionar. El problema está entre estos papás que están muy graves y los otros papás que hacen cosas que no controlan. Es decir, control de impulsos: pegan, gritan, encierran, castigan y después se arrepienten. Esos papás necesitan apoyo ellos. Ahí también es la autoconsciencia de reconocerlo. ¿Necesito mucha ayuda o un poco de ayuda? Necesitamos que la gente pueda hacer ese pequeño insight.
Lo que tu haces con tus hijos después será lo que ellos hagan con tus nietos. Hay veces que estamos regalando estrategias que son de pésima calidad y los niños están aprendiendo eso y después lo van a repetir. Primero con sus compañeritos en el colegio, después en sus relaciones de pareja y después con sus propios hijos. Es una condena. Lo que nosotros proponemos es que los papás crezcan, maduren, aprendan, se formen, reflexionen para poder darles mejores estrategias a sus hijos.
NS: Qué bueno pensarlo como una cadena y apostar al mediano y largo plazo. Tantas veces las estrategias de crianza buscan lo inmediato, que mi hijo me obedezca hoy. Antes de terminar la entrevista y despedirnos, ¿te gustaría decir algo más?
AP: Esta cadena también viene de atrás. Que la gente pueda pensar en la historia de su madre, su abuela, su bisabuela, de dónde viene. ¿De dónde vienen los maltratos? Cuando empecemos a entender lo precaria que era la crianza hace un par de generaciones podremos relacionar también por qué nuestros padres hicieron las cosas que hicieron. No sabían, no tenían idea. Eso quería retomar.
Muchísimas gracias por tu tiempo Álvaro, siempre es un placer charlar con vos.
Álvaro Pallamares (Chile) es Psicólogo Clínico (UCEN), diplomado en Apego y Psicopatología (UDD), Director de la Fundación América por la Infancia y Director del Centro de Intervención Temprana (CIT) con sedes en Chile, México y Argentina. Contacto: Blog. Facebook.
Lastima que Alvaro Pallamares borró con el codo lo que escribió con la mano 😢
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