lunes, 8 de septiembre de 2014

¿Es necesario poner límites en la crianza?




¿De qué hablamos cuando hablamos de límites? Pareciese que los límites son un concepto abstracto. Dice Casilda Rodrigáñez: ¿poner límites o informar de los límites? A mí en particular no me gusta nada hablar de límites. Hablaría de transmitir valores, reglas y demás. Como dice el Dr. Carlos González, en la adultez llevar adelante cualquier acción "sin límites" es sinónimo de algo positivo, ¿entonces por qué en los niños es algo deseable?


Sí, muchas veces habrá que decirles que no a los chicos y lograr que hagan cosas que no desean.

No, la crianza respetuosa no se trata de dejar "que hagan lo que quieran" ni de ser permisivos, esto es un reduccionismo en el que no deberíamos caer.

¿Pero queremos dialogar con nuestros hijos, escucharlos y que nos respeten verdaderamente? ¿O que tengan temor al castigo y se sientan incomprendidos? Es la diferencia entre la autoridad vertical y la horizontal de la que habla Rosa Jové.

Yo elijo la autoridad horizontal. Quiero legarle a mi hijo herramientas para su vida y valores que considero positivos. Pero, sobre todo, quiero que sea una persona segura y autónoma. Y que sepa tomar decisiones por sí mismo.

Algunos me suelen decir que yo llamo de otro modo a algo que es lo mismo. Pero creo que el lenguaje no es un hecho menor. Si quiero proponer algo nuevo, está bueno empezar por nombrarlo distinto. El límite tiene, claramente, una connotación negativa. "Ese chico esté buscando el límite". "A este otro le faltaron límites". Todas ellas son concepciones condescendientes. Lo que ocultan es la contracara adulta: falta de escucha y de empatía. Es más fácil castigar. Y más rápido el resultado. Es la sencilla y triste razón por la cual triunfa el conductismo en la crianza.

Nos pese o no, nuestros hijos nacen con alas. Está en nosotros cortarlas o enseñarles a volar.

Incluso "poner límites" se convierte en una tarea más en la (extensísima) lista de "deberes parentales". Como si se tratase de algo separado de la vida cotidiana. Nada más lejos de la realidad: nosotros enseñamos guías de comportamiento y valores cada día, con nuestras actitudes, palabras y acciones. Justamente no necesitamos generar más "deberes para el hogar". Eduquemos con el ejemplo, hablemos y escuchemos. Apostemos a una crianza en paz.

Esto no es más que una reflexión, una invitación a abrirnos y pensar desde otro lado. Les dejo más abajo algunos extractos de diferentes autores que suman al tema. Me gustaría leer sus opiniones.

Rosa Jové, La crianza feliz
El adultocentrismo es una forma de educar basada en la obediencia ciega y en la idea de que las normas se imponen de arriba abajo, es decir, de padres a hijos. Cualquier límite es un obstáculo para una crianza feliz. Yo no limito a mi marido, ni mi marido a mí: simplemente hemos hablado de lo que nos va bien en nuestra convivencia y lo hacemos. La palabra «límite» es una coacción a la libertad. Hemos de hablar a nuestros hijos de valores y no de límites. El hecho de usar la palabra «límite» casi exclusivamente con niños es un claro ejemplo de adultocentrismo.

Carlos González

¿Tiene sentido esperar de un hijo que obedezca sin rechistar? ¿No preferiríamos un hijo que es él mismo, que sabe expresar sus preferencias y negarse a algo que no le agrada? Y es aquí donde entran la perspectiva y la flexibilidad.

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