Foto: Kambrosis |
Últimamente
me desvelo pensando en este tema. Será que leo tantos comentarios
preocupados de padres y madres falsamente acusados de malcriar. ¿Por qué
será que nuestra sociedad tiene tantos problemas con el contacto
físico? Se me ocurren algunas respuestas, pero eso es tema para otro
post.
Muchas veces dije esto de que la crianza es un permanente equilibrio entre sostener y soltar.
Si
hablamos de un bebé recién nacido el sostén será prácticamente 24 horas
(mal que le pese a algunas personas), pero a medida que pasan los meses
y los años indefectiblemente tenemos que aprender a soltar. Y acá no
puedo evitar acordarme de ese poema precioso de Khalil Gibran: Tus hijos no son tus hijos.
Soltarlos
implica confianza en ellos y en nosotros mismos. Creer que hicimos las
cosas lo suficientemente bien como para poder darles esa merecida
autonomía.
También incluye no estar continuamente dando órdenes como un militar frustrado (sobre este tema voy a escribir muy pronto).
Pero
qué difícil es a veces, ¿no? La autoexigencia, las opiniones ajenas,
las dudas existenciales, los miedos irracionales, la propia experiencia y
tantos otros fantasmas que se infiltran de algún modo en nuestras
cabezas sin ser bienvenidos.
Soltar
significa entender que nuestros hijos son libres. Que han venido al
mundo a ser ellos mismos y no una parte de nadie ni nada. Que podemos
legarles raíces pero sin olvidarnos de respetar sus alas.
Sostener
y soltar. Tan sencillo y tan complejo. Para que sean libres de volar
pero también de volver, sabiendo que vamos a estar ahí,
incondicionalmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario